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Fátima




Desde mi niñez, siempre tuve la sensación de que algo no iba bien, que algo en mi vida no funcionaba, pero mi madre siempre repetía machaconamente.

—No seas tonta, por algo te puse el nombre que te puse, “Fátima”, la única, y eso es lo distinto, que no hay nadie como tú, sácate de la cabeza esa tontería de que en tu vida las cosas no van bien.

—¡Pero mamá!

—Ni pero, ni nada niña, solo debes esperar y ya me darás la razón, las madres tenemos un sexto sentido en ese aspecto.

Crecí como la niña más solitaria del mundo, tal vez convencida con aquello de que era especial, me lo terminé creyendo, y creo que era la niña mas irreverente y repulsiva que te puedas imaginar, de esta manera ¿cómo iba a tener amigas, ¿cómo iba a socializar?, ¿cómo iba a formar parte de algo?

Sí, iba por la vida como si de una verdadera princesa se tratara, el colegio del barrio a mi madre siempre le pareció poco para mí, me llevó a uno privado, aunque para ello, se me fuera media jornada en el transporte.

Vestía de una manera tan especial, que a nadie pasaba desapercibida, por un tiempo creía que, arrastrados por las envidias, hasta que empecé a descubrir ciertos tonos de burla, e incluso oír algunos comentarios.

—¡Mírala!, se cree la marquesa de Villaverde —escuché murmurar a una vecina, en el mercado que estaba junto a otras.

—¡Torres más altas han caído! Y estas mucho por fuera, pero por dentro, no tiene ni mierda en las tripas, todo pura apariencia.

Sí, he de reconocer que cuando escuché aquella conversación, era aún una niña y no la comprendí, pero hoy siendo la mujer que soy y habiendo vivido todo lo vivido, entiendo que haya llegado hasta aquí.

Era una chica alta, delgada, bien formada, con generoso pecho y una melena cobriza exuberante.

Al cumplir los dieciocho años, mi madre me encargó acudir al día siguiente a las oficina en la que ella trabajaba para llevarle alguna cosa.

—¿Y por qué no te la llevas tú por la mañana? —pregunté de manera ingenua.

—Niña, tu obedece, ¡y ponte el vestido nuevo!

Era jueves, al mediodía y no entendía absolutamente nada, solo que, si fallaba a mi madre en esto, tendría un nuevo problema en mi vida.

Ese fin de semana su jefe me invitó a cenar, yo no tenía la más mínima idea de cómo funcionaba esto, pero poco después me vi metida en una cama, con un señor con el que no me unía nada en común, pero que, si que me exhibía por los locales más punteros, y me vestía como una auténtica modelo.

No, don Jaime no se comportó mal conmigo, pero aquello duró poco, su objetivo no era otro que desflorarme, se portó bien en el trató y sobre todo, fue muy generoso con los regalos, pero esto solo supuso el comienzo de una vida, en la que iba de unos brazos a otros, de una cama a otra y en lo que únicamente importaba, es que mi siguiente amante, si era posible fuera más rico e influyente que el anterior.

Todo se complicó, cuando en mi camino se cruzó alguien que, sin tener este perfil, me enamoré profundamente de él, aquí comenzó mi calvario, él vio en mí su fuente de financiación, sabía que me veía con otra persona, que esta me daba todo lo que necesitaba para mantener el nivel de vida que llevaba, aún sin pedirlo, pero el sí que me exigía constantemente.

Al principio era sutil, utilizó la pena para que el tema saliera de mí, pero no por ello, me pasó desapercibido.

—Me ha llegado el recibo de la luz y, no se muy bien como lo podré pagar.

Yo dejaba un billete de cien euros de manera descuidada, encima de la mesa baja del salón.

A mi no me importaba, me hacía la vida agradable, era mi contrapunto, me hacía feliz y con eso me quedaba.

—Necesito que me ayudes, quiero ir a ver a mi madre que está un poco pachucha y no tengo dinero, además me gustaría hacerle un regalito, ya sabes, ella cree…

—¿Para cuándo lo necesitas? —pregunté ingenuamente.

—¡Cómo qué para cuando!, —me respondió elevando la voz y con un tono algo agresivo.

—Lo necesito ya mismo.

En ese momento me quedé un poco descolocada, salí a la calle, busqué el cajero más próximo y volví con quinientos euros, para dejarle encima de la mesa antes de darme la vuelta, y marcharme sin ni siquiera despedirme.

—Fati, cariño, no te lo tomes así, no me lo tengas en cuenta, ya sabes que solo el hecho de tener que enfrentarme a mi madre, me saca de mis casillas.

Sí, en ese momento extendió sus mejores artimañas de seductor y le perdoné todo. Al día siguiente me vino con un baratija, de gargantilla, una finísima cadena, con una perla a juego con los pendientes, que seguramente no habría pasado de los doscientos euros y que a mí no me encajaba como regalo para una señora mayor.

“Bueno el resto será para los gastos del viaje” —pensé.

Esa misma tarde, no sabía si morirme, matarle, o matar a la Luisa cuando coincidimos en la terraza del Café Gijón, y lucía esa baratija muy orgullosa.

Afortunadamente estaba con mi madre y al verme de la manera que me levantaba de mi mesa, me cogió del brazo y me arrastró a los baños con ella.

—¿Te crees, mejor que él?, ¿Qué diferencia hay ente tú y él?, acaso ¿no haces tú lo mismo?

—¡No es lo mismo!, respondí casi gritando, al tiempo que antes de que esta frase saliera de mi boca, era totalmente consciente de que estabas jugando a lo mismo, pero pretendía que las reglas fueran diferentes para él y para mí.

Por primera vez en mi vida, sufrí por amor, pero aprendí la lección, aunque una cosa es racionalizarlo y otra asumirlo tal cual.

Sí, Andy tuvo muchas amantes, mujeres que no estaban a mi altura, pero que a él la aportaban aquello que no podía o no sabía darle yo,

Mi vida fue socialmente un suave ascenso, mi protectores fueron cambiando con el paso del tiempo, mi madre se encargaba de que así fuera, yo solo me tenia que dejar querer y esta dispuesta para esa cena imprevista, esa noche de ópera, o esa fiesta privada inesperada.

Me consideraba una mujer moderadamente feliz, si es cierto que, en algunas ocasiones, tuve que adormecer mi reloj biológico, pero todo se complicó, cuando mi nuevo protector al contrario de los anteriores, en lugar de ser casado, era un viudo de muy bien ver.

En el quise encontrar respuestas a todas mis necesidades y mi madre de alguna manera estaba conmigo.

—Solo debes esperar unos meses, luego inesperadamente quedarte embarazada, pero asegúrate de que el padre de la criatura sea quien debe de ser, no ese…

Personalmente cada día estaba mas absorta en Don Julián, Andy en alguna ocasión se me había quejado de que a pesar de que en lo económico era muy generosa con él, lo tenía bastante abandonado.

Es cierto que don Julián, me reclamaba de otra manera, a diferencia de mis anteriores protectores, este quería que lo acompañara a todos los sitios, no había diferencias, era viudo, no tenía hijos, ni a nadie que rendir cuentas y esto, claro, era algo que lo diferenciaba de los demás, esto y, el tiempo, el roce y, algo con lo que no contaba, en poco tiempo se enamoró e mí.

—Es el momento, me dijo mi madre un día, —No hicieron falta más explicaciones, y solo unas semanas después, tuve mi primera falta.

Todo parecía sonreír en mi vida, Julián, era diferente, no, no estaba enamorada de él, pero si que sentía algo diferente a lo que había sentido por los otros.

Unos días después, me invitó a cenar en un lugar muy exclusivo y me pidió que me acompañara mi madre.

Fue una pedida de mano en toda regla, por una noche fui la mujer más feliz del mundo, pero solo fue un espejismo.

A la mañana siguiente, estaba sola en casa, cuando unas voces llamaron mi atención, era Andy, venia borracho y gritando.

—¡Mala víbora!, no soy un clínex de usar y tirar, desembarazarte de mí, no te será tan sencillo, ¿Quién te crees que eres?, ¡yo no soy ningún pelele!

Abrí la puerta, tratando de evitar que el escándalo fuera a más, no medí mi reacción, ni el estado, en el que venía.

Cuando llegó mi madre, estaba en el suelo, en un gran charco de sangre, la cara deformada, llorando desconsoladamente y gritando.

—¡Mamá lo he pedido, lo he pedido!

—Tal vez Fátima sea lo mejor, tal vez…

—No entiendes nada mamá, ¡he perdido el bebé!, grité de impotencia, a la vez que mostraba como sangraba por mis partes.

Solo recuerdo que cuando llegaron los sanitarios me pillaron abrazada a mi madre.

Han sido meses para recuperarme en lo físico, pero lo psicológico a pesar de las visitas de Julian, de su afecto y cariño, no ha sido tarea fácil.

He aprendido la lección, he jugado con fuego, y con el amor no se debe jugar. El amor pleno es aquel que es reciproco, que no esta marcado por intereses, que se entrega generosamente.

A pesar de la primera opinión de los médicos que me atendieron, y tras los esmerados cuidados de Julián, nos trasladamos a vivir lejos de Madrid, a esta maravillosa finca al norte de Cáceres, donde me he recuperado y me he vuelto a quedar embarazada.

Estos días además de estar algo alterada por mis cambios hormonales, el inminente juicio contra Andy tiene fecha puesta.

Por consejo de mí médico y ante la petición de mi abogado al tribunal, creo que podré declarar por videoconferencia.

Me resultaría muy difícil de superar, tener que encontrarme cara a cara con él, estar bajo el mismo techo una vez más, respirar el mismo aire, y no porque siga enamorada de él, eso quedó atrás hace meses ya, es por el pánico que le tengo, jamás se me hubiera ocurrido, que ese hombre al que me entregué en cuerpo y alma, al que le di todo, pudiera tener esa reacción.

Julián me hace feliz, es un hombre sensible, enamorado y el instinto de madre, de llevar en mi vientre el fruto del amor de este hombre, a mi me hace sentir especial, muy vulnerable, pero por primera vez, tal y como mi madre me repetía desde mi niñez, una mujer única.

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