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Sagrario

Capítulo XXIX

Sagrario




Me llamo Sagra, soy una mujer convencional, clásica, tradicional, con una vida sin sobresaltos, nací y me crie en un pueblecito toledano, cuan Dulcinea del Toboso, educada al modo más habitual, religiosa a mi manera y, creo que con unas fuertes convicciones éticas.

No, no estudié, por aquel entonces que una mujer hiciera estudios más allá del instituto, sobre todo en una sociedad rural, era casi anecdótico, aunque aún tengo alguna amiga que así lo hizo, como Charo, hoy en día una reputada abogada, y en este caso, mi tabla de salvación a última hora.

Me enamoré muy joven, el era vecino del pueblo, un chaval como tantos otros, sus padres tenían un pequeño almacén de materiales de construcción y creo que esto, al ser algo diferentes a los demás nos unió.

Sí, mis amigas según mi madre tenían mucha manga ancha.


—Sagra, ya me lo agradecerás algún día, tanta libertad, todo el santo día en las calles, para una mujer no es una buena carta de presentación.

—Madre, hoy las cosas son diferentes, las mujeres también tenemos nuestros derechos,

—Hija, no ofendas a Dios, las mujeres en nuestro sitio y los hombres…

—Pero hombres y mujeres, debemos de entendernos, debemos hacer cosas en igualdad.

—Los hombres y las mujeres deben estar juntos, pero no revueltos, cada uno en su sitio, por algo somos diferentes, por algo los hombres hacen ciertos trabajos y traen el dinero a casa, y las mujeres, estamos en casa y tratamos de tenerlo todo en orden, limpio y con la comida a punto.


Esta conversación de tanto repetirse, se me quedó gravada en la memoria, a veces hasta me llegó a convencer de su forma de pensar, pero la juventud es algo que tiene mucha fuerza, y aunque la esencia del pensamiento de mi madre permaneció de alguna manera en mí, creo que me he sabido adaptar a los tiempos y tener mi propio pensamiento, aunque fundamentalmente con estas premisas.

Por su parte Tono, mi marido, a su manera y dada la necesidad de ayudar en el negocio familiar desde la infancia prácticamente, éramos los únicos de la pandilla, que teníamos “las manos atadas”, que según mi madre “no campeábamos a nuestro aire por el pueblo” y fue esto, lo que de alguna manera nos unió.

Sí, a los dieciocho años, ya todo el mundo sabía que éramos novios, y poco después cumpliendo los preceptos sociales, se llevó a cabo la pedida de mano, y el compromiso de alguna manera se oficializó.

Tuvimos un noviazgo largo, como era lo establecido en aquella época, fueron ocho largos años, que a mi de alguna manera se me hicieron eternos, pero a la vez, para mi forma de pensar y sobre todo para la de mi madre y por extensión a toda mi familia y la suya, era el paso adecuado para fundar una familia.

Si antes dije que solo estudié hasta bachillerato, es cierto que así fue en cuanto a titulación oficial se refiere, pero lo indiscutible, es que al terminar este, comenzó otro tipo de formación muy sexista, para la forma de ver hoy las cosas, una veces en casa y otras acudiendo a algún sitio.

Así hice cursos de cocina, tradicional y más sofisticada, de cada día y para esas celebraciones especiales.

Hice corte y confección, estudié por correspondencia un curso de protocolo y luche con uñas y dientes para que me permitieran estudiar francés.


—¡Vaya pérdida de tiempo y dinero!, —repetía mi madre, cada vez que salía de casa para ir a mis clases.


Al final, me convertí en una chica bastante interesante, y pretendientes no me faltaron, aunque siendo consecuente con mi manera de pensar y sobre todo a mi compromiso, jamás hice el mínimo caso a ninguno de ellos.

A pesar de todo ello, y ajeno a mí, y mi voluntad, alguno de estos pretendientes transcendió, acudiendo a un programa de televisión a declararme su amor, a pesar de ser conocedor de mi compromiso. y que yo no le había dado el más mínimo pábulo para ello.

Tono, por su parte, se convirtió de la noche a la mañana en un emprendedor, empezó realizando pequeñas obras, y en muy poco tiempo, tenía montada una empresa de construcción, con varias decenas de trabajadores, era el boom inmobiliario y todo parecía venir de cara.

Al éxito profesional, le vino mucha más liberta, más salidas, noches de hoteles y reuniones a veces justificadas y otras…

Sí, corrieron muchos rumores, yo no quise hacer caso de ninguno de ellos, aunque alguno si que parecía tener cierta veracidad.


—Hija, lo que tienes que hacer es precipita la fecha de la boda.

—Madre, no pretenderá que yo…

—Sagra, te he dicho mil veces que los hombres y las mujeres somos muy diferentes y ente estas diferencias está, la capacidad de la mujer de controlar los hilos sin que se vea, ya conoces el dicho, “tiran más dos tetas que dos carretas


Y de aquellos lodos, estas tempestades. La boda se llevó a cabo, he de asumir que he pasado unos años tranquilos, sosegados, fruto de mi matrimonio han nacido mis tres hijos, Antonio, Manuel y Sagrario, en la actualidad, con 22, 20 y 18 años la pequeña, y a estas alturas, la vida me da la espalda y es cuando me presenta su cara más fea.

Sí, a estas alturas de mi vida, rondando la cincuentena, mi vida empezaba a adquirir tintes muy diferentes en mi existencia, tal y como la he vivido hasta este momento.

Sí, el síndrome del nido vacío en primer lugar, la relación con Tono, hacía años que había perdido todo sentido, salvo el formar parte de una familia. y los convencionalismos sociales tan fuertes en mí.

Hacía algunos años, que el tema empresarial se había comenzado a poner complicado, fue en aquel momento antes de que explotara la burbuja inmobiliaria, cuando una de esas tardes que quedé a comer en Toledo con mi amiga Charo, me abrió los ojos.


—Sagra, los indicadores económicos no tienen muy buena pinta, sé que tu marido ha comenzado a diversificar en otros negocios, pero creo…


Entonces le miré extrañada, a veces miradas y gestos, dicen más que las palabras y en ese sentido, esperé en silencio que prosiguiera.


—Creo que debes mirar por ti, que ahora que aún la economía seguramente te lo permite, montes algún negocio tuyo, algo privativo.

—No entiendo nada Charo, explícate.


Entonces mantuvimos una larga conversación entre amigas intimas, y cuando salí de allí, lo hice con las cosas muy claras.

Sí, salí con las ideas claras y monté un supermercado y un restaurante y me puse al frente de ellos.

El síndrome del nido vació, desapareció, ese vacío en general que sentí en casa, cuando solo venia y sentía a Tono como un mero elemento decorativo también, pero en esta nueva vida, en este entrar y salir, encontrarme con otra gente, hablar con muchos interlocutores, al poner blanco sobre negó y darme a conocer como la señora de Antonio Laínez, me recibí constantemente input, que cada día me distanciaban más de él.

Al final hubo que cerrar la empresa de construcciones, y tras ella, como un castillo de naipes, fueron cayendo todas las relacionadas con el sector, incluidas tres oficinas inmobiliarias.

El ambiente en casa cada día era más frío, el diálogo inexistente, ya incluso ni compartíamos cama, ni habitación, y cruzarnos incluso por el pasillo, resultaba incómodo.


—Lo mejor es separarte, —me decía mi hija, y me repetían constantemente mis amigas.

—Te casaste con él, para lo bueno y lo malo, ahora toca lo malo, —apostillaba mi madre a cada momento.

—Ahora papá, necesita más que nunca tu apoyo, me repetía Antonio, mi hijo mayor.


Yo estaba muy confundida, moralmente lo tenía muy claro, juntos hasta el final. En el aspecto práctico, la situación para mí era incómoda, él se había convertido en un déspota, sus contestaciones, e interacciones conmigo eran desagradables, cuando no zafias.

En ese punto nos encontrábamos cuando mi hijo Manuel el mediano, se presentó un día en casa con la foto de una compañera de universidad, era clavadita a mi hija Sagrario,

Sí, fue fruto de una de sus muchas relaciones mientras yo estaba embarazada o recién dada a luz de mi segundo hijo, fue la gota que colmó el vaso.

Cuando una noche después de cenar, acudí al salón, le presenté las pruebas y les exigí una respuesta, me encontré ante una bestia, un energúmeno, un auténtico desconocido.

En ese momento supe que mejor no profundizar, dejar el pasado tranquilo, pero era absolutamente necesario y había que finiquitar nuestra historia, y no volver a llegar a situaciones como esta.

No, no me hizo nada, sí, me amenazó, me gritó, me llamo de todo, pero cómo un energúmeno salió de casa dando un fuerte portazo.

Yo esa noche respiré aliviada, tuve muy claro mi manera de proceder de cara al futuro, pero…

A la mañana siguiente cuando me dirigía a pie al restaurante, fui atropellada por un coche que se dio a la fuga, no habiendo testigo alguno. No me mató de puro milagro, pero mi recuperación fue larga y sobre todo muy dolorosa.

Dolorosa, por todo, por lo que tuve que pasar, pero sobre todo cuando una mañana se presentó la policía y me informó que acababan de detener a mi marido.

Para mi fue todo un shock, mi atropello, nunca hubiera sido aclarado, sino hubiera sido por que tenía el teléfono intervenido judicialmente por una trama política fraudulenta, de esas que todos hemos visto en los diarios e informativos.

Nunca he querido saber mucho más, solo que, por encargo suyo, a unos delincuentes de poca monta, estuve a punto de perder la vida.

Sus beneficios estaban en su libertad a nivel personal, y el cobro de una importante póliza de seguro sobre mi vida y a favor de él.

A veces en la oscuridad de la noche me despierto sobresaltada, me cuesta mucho trabajo, admitir que el hombre con el que he compartido toda una vida y, que me ha dado a mis tres hijos, haya sido capaz de actuar de esta manera.

Mis hijos están conmigo y me apoyan, pero Antonio, sé que de vez en cuando va a ver a su padre. A mi me ha pedido perdón, por pedirme que no me separara de él antes, pero al fin y al cabo, cada uno somos como somos, Antonio ha heredado de su padre el carácter, mientras mi hija Sagrario lo ha hecho en el físico.

Manuel es a mi familia en todo, en lo físico y en el carácter y es el que más está pendiente de mí.

A mi edad, como mujer creo, que la vida me ha expuesto a una de las pruebas más duras, sin embargo y gracias a mi amiga Charo, soy independiente, moderna y no estoy cerrada a que con el tiempo…

He vivido, he sufrido, pero a estas alturas la vida para mi es un guion en blanco y estoy dispuesta a llenarlo con lo mas jugoso de mi existencia.

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