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Me he enamorado y he salido del armario

Me he enamorado y he salido del armario

Llevaba ya algún tiempo inquieto conmigo mismo, algo dentro de mí, me indicaba desde hace algunos años que soy diferente a mis amigos, pero algo me adormecía.

Un par de curso atrás tuve mis primeras sospechas y hablé con el padre Joaquín, Jesusita del centro donde estudiaba y gran persona y amigo, con el que tenía muchísima confianza.

─Padre, a veces me doy miedo.

─¿Miedo, tú? ¿Por qué?

─A veces de manera inconsciente, me encuentro mirando a algunos de mis amigos, de esa manera.

─De esa manera, ¿a qué te refieres?

─Ya sabe padre, como…

─Vamos al grano Jonny, ¿Dónde quieres ir a parar?

─Jo padre, es algo que cuesta exteriorizar –en ese momento me debí de poner tan rojo, que la cara me ardía, baje la cabeza y sé que susurré algo, pero ni yo mismo logré escucharme.

─¿Pero qué te ocurre hoy Jonathan?, tu eres un tío muy claro y hoy parece que te ha comido la lengua un gato.

Por un momento sopesé lo que debía de hacer, solo me quedaban, tras el inicio de la conversación dos opciones, o salir corriendo de allí o enfrentarme a aquello que me preocupaba.

─A veces… algunas veces pienso que me atraen los chicos.

─Bueno y aunque fuera así, no sería nada malo, pero ¿por qué piensas eso?

─Últimamente me quedo embelesado mirando a alguno de mis amigos, a esos que veo más desarrollados, que ya son más hombres.

─A ver, a tu edad todos hemos pasado por lo mismo, estamos desarrollando, despertando al sexo y todo nos llama la atención.

─Entonces ¿es algo normal?

─Jonathan, normal es todo.

─Bueno quiero decir…

─Vamos a ver, cuando te tocas, ¿en qué piensas?

─¿Cuándo me toco?

─A veces, me pones las cosas difíciles, hablemos claro, me refiero a cuando te masturbas.

─!A eso¡ bueno yo…

─Hemos dicho de hablar claro.

─Padre, yo de momento no…

─Pues entonces de momento, no le des más vueltas, vive tranquilamente, si no tienes aún necesidad de sexo, tampoco podrás sospechar lo otro, pero una cosa sí que te digo:

Cuando se despierte el tema del sexo, será clave la pregunta que te he hecho hace un rato, solo tú tienes la respuesta, ¿me has entendido?

─Creo que si padre.

Durante estos casi dos años he estado tranquilo, he vuelto a pensar alguna que otra vez sobre el tema, pero aquel peso que me abrumaba, en aquel momento fue una gran mochila, de la que me despojé tras las conversación con el padre Joaquín.

Hoy lo tengo claro, ya hace tiempo que mi cama dejo de ser solo un lugar para dormir, el cuarto de baño, también es testigo de mis primeros escarceos con el sexo y desde hace tiempo, soy muy consciente de que es lo que ocurre en mi cabeza en estos momentos y precisamente no es lo mismo que cuentan mis amigos, ellos sueñan con erguidos y punzantes senos, mientras que yo…

Bueno, estos casi dos años de diferencia de edad, hacen que la misma situación, no me atormente de igual manera, ahora ya lo único que me preocupa, es pensar en la mejor forma de comentarlo a mi entorno, a mis padres, mis hermanas, mi familia y amigos.

Esta es una decisión que está encima de mí como una espada de Damocles, llevo esta faceta de mi vida tan oculta que creo que en mi entorno nadie sospecha nada, pero me preocupa que en algún momento, algo desencadene esto, a pesar de que mi vida sexual hasta este momento, salvo mis desfogues en solitario, era inexistente.

Hace una par de semanas, este tema adormecido durante tiempo, tal vez bastante más de lo deseado, explotó y lo hizo en forma de chico moreno, amplia sonrisa que muestras unos dientes perfectos y blanquísimos, cuerpo castigado por el deporte, ya que practica fútbol en un equipo municipal y lo conocí en un partido en el que Charly un amigo mío, jugaba en el equipo contrario en una liguilla de carácter autonómico.

Nuestras miradas se cruzaron por primera vez, tras un encontronazo en el terreno de juego con Charly, yo debí de gritar algo, alguna grosería supongo, él me miró en su mirada una actitud retadora, la mía enfurecida se cruzó con la suya y en pocos segundos, el furor y el reto se convirtieron en una sonrisa por parte de ambos.

Durante el partido las miradas no cesaron y afortunadamente el interés parecía ser mutuo.

Al finalizar el partido esperaba a mi amigo a la puerta, entonces lo vi salir, me quedé embobado mirándolo, en la cercanía era más alto, más fuerte, más…

El volvió su mirada y me pilló eclipsado, con mi vista clavada en él, tropezó con un compañero por mirar hacia atrás y casi se cae, antes de subir al autocar que los llevaría a casa.

Se sentó junto a una ventana desde dónde me podía ver, sacó su teléfono de la mochila, me lo mostros y con las manos me indicó su número. Estaba anotando el último cuando vi salir a mi amigo, de la manera más disimulada posible, le miré y levanté le pulgar de mi mano derecha hacia arriba, para indicarle que lo tenía y le lancé una llamada perdida.

Habíamos quedado con nuestros amigos para ir al cine, apenas teníamos tiempo de salir precipitadamente hacía la boca de metro y esperar que no demorara mucho en su llegada o cuando llegáramos al cine, en una sala de la Gran Vía, la película estaría empezada.

Al salir fuimos con el grupo de amigos, que ya nos esperaban en el interior del cine, a cenar a un Burger, solo me acordé de la historia de la tarde en el metro, por la noche camino a casa y en cuanto me quedé solo, ya que mi parada era la última de la línea, me acordé del teléfono que había apagado antes de entrar a ver la película y que así seguía.

En la aplicación de whatsapp, muchos mensajes, pero sobre todo, uno de un número desconocido, este fue el primero que abrí, algo alterado, pensando en que pudiera ser de él. Los dedos no me obedecían, la vista no sé, si era por el cansancio de la jornada, por el tiempo a oscuras en la sala de cine, o por los nervios, no me dejaban ver con claridad y fui tan torpe que apagué el teléfono y tube que volver a reiniciarlo. Me llamé de todo mientras conseguí que se volviera a encender y por fin poder leer su mensaje.

─Hola soy Quique, el futbolista de esta tarde.

Leí su mensaje cuatro o cinco veces, entonces me quede mirando, todavía estaba conectado.

Hola Quique, soy Jonathan, perdona he tenido el teléfono apagado hasta ahora, por eso no te he respondido antes.

El reloj de mi dormitorio, marcaba las tres y diez de la madrugada cuando al final dejé el teléfono. En esas horas a través de mensajes de voz, nos conocimos un poco, pero realmente nuestro primer encuentro se produjo la mañana del sábado en la cafetería del café Gijón, después un largo paseo por el Parque del Retiro, fue testigo de nuestras confesiones, de nuestros recelos, de nuestra manera de contemplar la vida, del primer roce de nuestras manos en ese largo paseo y por fin, en un banco de piedra, nuestro primer beso furtivo.

El domingo nos volvimos a ver por la mañana, en esta ocasión nuestro encuentro fue en las castizas calles del barrio de Lavapiés, recorriendo el rastro, entre artesanía, antigüedades y coloridas ropas.

De mutuo acuerdo ambos habíamos dicho en casa que no iríamos a comer, fue un día para nosotros dos solos, a pesar de estar rodeados de gente por todos sitios, a pesar de apenas podernos mover entre el gentío, en medio de esa marabunta humana, estábamos solos Quique y yo, solos en nuestra conversación, en un mundo recién creado solo y únicamente para nosotros dos.

El fin de semana siguiente ya tenía una cita en mi calendario, ir a verle en su partido de fútbol. Pero el martes, el trascurso de la semana se me hacía eterno, al él le debía de ocurrir lo mismo, ya que el lunes al despertarme tenía un mensaje suyo.

─Buenos días, te echo mucho de menos Jonny, ¿nos podemos ver hoy?

─¿Te viene bien esta tarde?

─Perfecto

─Conozco una cafetería en Chueca, muy agradable.

─¿Te mueves por Chueca?

─No, pero es una cafetería muy simpática en la calle Hortaleza, donde suele ir gente de todo tipo.

─A las siete te va bien.

─Perfecto, nos vemos allí a las siete, ¡ya me dirás el número¡

Esa tarde compartimos en el pequeño velador de la cafetería que da al amplio ventanal de la calle, nuestro primer beso en público, nuestras manos unidas todo sobre la mesita todo el tiempo, mientras nuestros ojos, estaban eclipsados en los ojos del otro constantemente.

Después un largo paseo por el barrio, un paseo, en el que nuestras manos no se separaron en ningún momento y en el centro de la plaza de Chueca, junto a la boca del metro, a la vista de todo el mundo, como si de un ritual de compromiso se tratara, nos dimos un profundo beso lleno de sentimiento.

Después de vuelta hacía la Puerta del Sol, dónde ambos cogeríamos el metro aunque en distintas direcciones, camino de nuestras respectivas casas, surgió una conversación, que fue realmente trascendental en nuestras vidas.

─Quique, ¿tu familia sabe de lo tuyo?

─¿Qué quieres decir?

─Que si conocen lo de tu opción sexual.

─No, no saben nada o eso creo, además.

Entonces surgió el problema añadido de ser futbolista, de estar todo el día entre compañeros, de compartir vestuarios, duchas y estar muy mal contemplado un gay en sus filas.

Al llegar a casa, algo especial debía llevar en la cara, además de mi estado de gracia, que como Santa Teresa, vivía sin vivir en mí.

─Pero qué te pasa Jonathan –dijo mi madre durante la cena, ante la falta de respuesta a una pregunta que me había hecho.

─Deja al chico mujer, no le ves la cara, nuestro pequeño está enamorado.

Mis hermanas se daban codazos, ellas ya hacía tiempo que habían tenido sus primeros novietes, y ahora después de esto sería el blanco de sus guasas.

Por un momento me quedé pensativo, no tenía muy claro cómo reaccionar, pero el siguiente comentario de mi hermana Sara, me dio pie.

─Bueno Jonny, ¿cuéntanos cómo es ella?

Levanté la cabeza, los miré uno a uno detenidamente y con un valor que no supe de donde salió, en una voz más ceremoniosa y segura de lo acostumbrado conteste.

─No es ella, es él.

Hubo unos segundos de silencio, unos instantes tensos, que se rompió en el momento en que mi madre alargo su mano y cogió la mía.

─¿Crees que nos has pillado por sorpresa, hijo?

Había agachado la mirada, pero al oír esto, me erguí, entonces vi como mi padre se había levantado de la mesa y se dirigía hacia mí, por un momento se me nublo la mente, se llenó de rancios presentimientos, de reacciones arcaicas, pero al sentir sus brazos acogiéndome en su pecho, sus labios sobre mi cabeza en un tierno beso y sus palabras acariciando mis oídos, me sentí feliz, feliz y liberado.

─Hijo, tu vida es tuya, son tus elecciones la que cuentan para nosotros, aunque realmente esto no es una opción, es algo que la vida misma te da y tú lo aceptas o tratas de vivir una existencia que no te corresponde.

Mis hermanas alborotadas se levantaron a besarme y abrazarme y la algarabía, no se calmó hasta que no consiguieron que les enseñara las fotos que de él ya tenía en el móvil.

─Sino lo quieres tú, me lo quedo yo, dijo mi hermana mediana.

Yo esa noche dormí como un bendito, antes como todas las noches durante los últimos diez días, una larga conversación con Quique.

─¿Sabes una cosa?

─Dime, ─me respondió.

─Durante la cena me han hecho una especie de encerrona, supongo que mi cara me ha traicionado.

─¿Una encerrona?

─Sí, me he visto de alguna manera obligado a confesarlos tu existencia.

─¿Saben que estás saliendo?...

─Sí Quique, saben que existes, que eres un chico, hasta han visto las fotografías tuyas que llevo en el móvil.

─¿Y que han dicho? ¿Se ha liado?

─Sí, Quique se ha liado una muy gorda…

─No jodas Jonny, no sabes cuánto lo siento.

─Sí, laméntalo, porque se ha liado una fiesta muy gorda y quieren conocerte cuanto antes.

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