Afganistán
- pascualmendoza60
- 28 ago 2021
- 9 Min. de lectura
Prólogo

Llevo mucho tiempo, y aquí el tiempo como siempre es muy relativo, porque probablemente estoy hablando de dos o tres semanas atrás, cuando en redes sociales compartir por primera vez la petición de change.org, en favor de que se pudiesen abrir corredores humanitarios para que todo aquel que quisiera salir de Afganistán, pudiese hacerlo sin poner en peligro su vida.
Me parece una situación injusta, inhumana, donde creo que realmente no se ha hecho todo lo posible para que esto ocurriera de la mejor manera posible.
Sí, soy consciente de que son muchos los intereses, muchos y diferentes, y a veces muy complicado de que tengan un punto en común.
Hoy mientras desayunaba tranquilamente en la terraza de una cafetería, con todo el confort, y toda la tranquilidad que la vida en Occidente nos depara, he leído una noticia de una familia que salió de Afganistán, por haber colaborado con España, como traductor, y no se me ha ocurrido algo diferente que tratar de narrar en primera persona, aquello que de una manera ficcionado, he pensado que podría haber sido, el pensamiento de este padre de familia, colaborador con los militares españoles, ha pensado y sentido hasta llegar a España.
Espero que os guste, y que os lleve a la reflexión de qué ocurriría si fuésemos nosotros este padre de familia afgano, el que tuviésemos que vivir esta situación.
Últimamente no sé por qué, pero a mi mente constantemente de una manera que parece que me bombardea, llega la palabra “Empatía”, así en mayúsculas y entrecomillada y creo que en los colegios se deberían dar clases sobe ello.
Desde un rincón de Occidente
Apenas hace unas horas que he llegado a este lugar, unos días antes llegué por primera vez a un aeropuerto cercano a la capital de España, a Madrid, creo que era Torrejón de Ardoz.
Hace como digo, muy poco tiempo, pero en esta percepción atemporal de algo tan manido cómo son las horas, tengo la sensación de llevar aquí una eternidad, y sí desde el sentimiento es una eternidad las horas pasadas lejos de mi tierra en este destierro no escogido, pero sí deseado, ya desde el mismo aeropuerto de Kabul, cuando todo parecía tomar un tinte de claridad, empecé a madurar esa extraña y confusa sensación que hoy quiero plasmar aquí.
Sí, he de reconocer que veinte años atrás, cuando mi país se teñía en negro, cuando la esperanza no aparecía por ningún sitio, cuando el horror se apoderaba de cada una de nuestras calles, de cada rincón de nuestros pueblos, la participación de Occidente en esta guerra contra los talibanes, contra los extremistas religiosos, nos llenó de luz y de esperanza.
Yo apenas era un joven que empezaba a vivir, estaba esperando la llegada da mi primer hijo. Y con esperanza, era como si la vida va la par con su existencia.
Comencé con la sensación, de que esta vida nueva que habíamos engendrado, y que no tardaría mucho tiempo en venir, iba a llegar a un país, muy distinto al que nosotros habíamos conocido hasta ahora, y que tan solo unos meses atrás, nos había llenado de desilusión y de amargura.
No tardé en empezar a colaborar con las tropas extranjeras como traductor, y dadas las circunstancias que había aprendido español, ente otros idiomas, me convertí en un colaborador más, del Reino de España como traductor. Han sido veinte años de colaboración intensa, recorriendo todo el país, haciendo conocer a que Occidente, fuese consciente de lo mucho que necesitábamos ayuda.
Los primeros meses fueron ilusionantes, éramos un país con muchos matices, pero sobre todo queríamos construir un nuevo lugar, en el que todos los ciudadanos tuvieran las mismas oportunidades, ya que yo siempre he pensado que se está al mismo nivel, que el hombre es igual que la mujer, que deben tener las mismas posibilidades vitales, y que me parece una lucha razonable y justa pelear por esta igualdad.
No tardaron en pasar muchos años, para darme cuenta, de que en mi país se vivían tres realidades distintas: una la de las causas reales por las que se comenzó esta guerra, que nada o muy poco tenían que ver con aquello por lo que yo luchaba, esto se había convertido en una guerra de intereses, de intereses particulares entre Oriente y Occidente, por imponer un sistema de vida más abierto, o tratar de que no se radicalizase el que los talibanes trataban de imponer, pero todo esto, estaba en función de intereses, y no de causa justa como yo lo quería entender. Había otra realidad, la que yo vivía a diario con los españoles con los que colaboraba, con aquellos que me hablaban de España, que me hablaban de Europa, que me hablaban de situaciones igualitarias, que ni en mis mejores sueños, yo era capaz de comprender, y había otra y que tal vez era la más real de todas, y de la que tanto se desviaban los unos como otros, y era la realidad de mi pueblo, esa realidad de un país pobre y que cada vez se empobrecía más, en la que algunos vivíamos con la ilusión de estar viviendo en Occidente, pero la pobreza en nuestros pueblos seguía, nuestros políticos parecían vivir en otro mundo distinto, pero el pueblo seguía estando en la misma pobreza, el pueblo no percibía al menos a nivel general, los avances que se estaban dando, y la verdad que aquellas esperanzas que veinte años se crearon, al inicio de este nuevo siglo, poco a poco se han ido difuminando, y solo se esperaba que no se diese un paso más atrás, pero sí , este año se ha dado, este año el gobierno que no ha sido capaz de defender aquello para lo que se ha estado preparando durante veinte años, ha dejado al pueblo totalmente abandonado, ya los intereses en Afganistán han dejado de tener importancia para las primeras potencias mundiales, y no tienen el sentido que tenían dos décadas atrás, y mi pueblo ha sido asumido en color negro de nuevo por los talibanes-
En un principio la zozobra, después el miedo y así llevábamos ya, varias semanas sin salir de casa, semanas con el miedo metido en el cuerpo a que los golpes sonarán en la puerta de mi casa, y esa sensación de sentirnos abandonados, de tener un futuro muy negro.
En mi casa además de mi mujer y yo mismo, tenemos dos hijas y un hijo varón, ¡qué mundo tan desigual nos espera!, ¡qué desesperanza!, ¡qué desilusión!, que noches tan largas y eternas, ante el miedo de lo que pueda ocurrir.
Son momentos difíciles, incluso en la familia, más de una vez he tenido que escuchar los reproches de que ahora seremos represaliados, simplemente por la decisión que yo en su día tomé de colaborar con un país occidental como España, y la verdad es que eso no me permitía conciliar el sueño, sé que el futuro no va a ser fácil para nadie en el país, pero ahora mi familia está especialmente señalada, y me siento abandonado, me siento defraudado, me siento ninguneado, por todos aquellos que durante tanto tiempo me han valorado como persona, como ser humano, como colaborador, donde se ha valorado mi forma de pensar, mi forma de sentir, y ahora; ¿ qué me queda ahora?..., me queda la nada, el miedo, una noches largas de insomnio, de pesadumbre, y sobre todo, una obsesión, ¿qué será de mi familia?, lo que me ocurre a mí poco importa, ¿pero qué será de mi familia?
El país poco a poco va siendo reconquistado por los talibanes, sí solo queda un reducto, Kabul, y aquí estamos nosotros, “desesperados”.
He tratado de ponerme en contacto con la embajada española mil veces, en los últimos días, por miedo no salgo de casa.
Durante mi colaboración con el ejecito español, un soldado tras el nacimiento de mi hijo varón, me regaló un viejo ordenador portátil, para él se había quedado anticuado, peo que en mi familia, fue un regalo impagable, pero que en los momentos actuales por los que mi país está pasando, es una herramienta que si me pillan en casa con ella, hubiera sido motivo para una fuete penalización, peo que por otro lado, era de las pocas posibilidad que teníamos de seguir informados de manera verídica y en tiempo real.
Kabul ha caído, los talibanes lo controlan todo, tan solo el aeropuerto está siendo controlado por Estados Unidos, con el compromiso de que tan solo en unos días, todas las tropas extranjeras saldrán del país y quedaremos absolutamente abandonados y en manos e estos integristas que son los talibanes; yo estoy sumido en la desesperación, me siento abandonado, siento que he traicionado a mi familia, que de alguna manera también he traicionado a mi pueblo, y que ahora muy poco o nada puedo hacer, el sentimiento de culpabilidad me persigue, aunque en el fondo sea consciente de que no se corresponde con la realidad.
Yo me siento ignorado, muchas veces a lo largo de estos años, me habían aseverado la posibilidad de que, si las cosas se ponían mal, tanto a mí, como a mi familia, me echarían una mano, pero…, como me van a echar una mano, si creo que ni siquiera saben dónde estoy ni cómo comunicarse conmigo, tras la hecatombe ocurrida en los últimos días.
Pero en medio de la noche eterna e insomne, en ese viejo ordenador regalado por un soldado me entra un correo electrónico…
Mi familia y yo estamos en esa lista de gente que van a enviar España, que esperemos instrucciones por este mismo medio, que nuestros nombres están ahí, y que la única traba será como llegar hasta al aeropuerto, pero que ya nos indicarán forma, día y hora para lograrlo.
Ahora tenemos a nuestro alcance poder empezar una nueva vida, lejos de nuestro de nuestro país, pero al fin y al cabo una nueva vida y todos juntos, porque toda mi familia está amparada por pueblo amigo.
Solo una traba para llegar a nuestro destino no será fácil de evadir los controles antes de llegar al aeropuerto, los controles deshumanizados de los talibanes, donde primero pegan y maltratan y después te pregunta.
Hasta tres veces nos pararon, habíamos cogido un taxi, teníamos clara la idea de que al taxista le habíamos dado una dirección cercana al aeropuerto, para que ni él mismo conductor supiera nada, hasta en tres ocasiones logramos convencer a esos radicales pistola en mano, desaforaos por controlar a toda una nación, para hacer de un país, aquello que ellos quieren sin sentido, sin religión, porque levantan la voz en nombre del Corán, y defienden cosas que jamás he leído en nuestro libro sagrado.
Una vez que hemos llegado a la dirección que habíamos dado al taxista, le indicamos que nuestro objetivo final es el aeropuerto, que se acerque lo máximo posible a la puerta que nos habían indicado. El taxista un poco preocupado nos miró, pero era consciente de cuál era su trabajo y probablemente estaba en nuestra misma línea de pensamiento, porque si de otra manera hubiese sido, seguramente nos hubiese denunciado.
Cuando bajamos del coche, cumplimos los objetivos por nuestra parte y tal y como nos habían indicado, entre nuestros ropajes sacamos un trapo rojo y gritábamos una y otra vez ¡España!, ¡España!
Estábamos sumergidos entre una multitud que buscaba absolutamente lo mismo que nosotros, estábamos perdidos, desconcertados y no sé cómo fue…, de pronto nos vimos envueltos por un grupo de soldados, soldados de los que enseguida reconocí el uniforme, nos envolvieron y nos arrastraron dentro del aeropuerto, apena me creo lo que está pasando, en unos pocos minutos he pasado de la desilusión a la esperanza.
No, no ha sido fácil, alguien diría que ha sido duro, pero sí que lo hemos vivido con mucha intensidad, en Kabul nos montamos en un avión militar como simple fardos de equipaje, cuanto más pudiésemos entrar, mucho mejor, porque más gente estaríamos a salvo en algún aeropuerto extranjero.
en Kuwait, cambiaríamos un avión civil, y de ahí a España.
Sí, han sido muchas horas de vuelo, de tensión, pero cuando estábamos aterrizando en Kuwait, ya todo había adquirido un cariz especial, estábamos a salvo, éramos una familia libre y a pesar de los muchos problemas que se nos podrían presentar en el futuro, las inquietudes que se podían generar, al fin y al cabo, estábamos toda la familia juntos, éramos libres y estábamos a salvo.
Al llegar a Madrid, mi familia y yo nos sentimos muy especiales, fuimos recibidos con cordialidad, con mucha amabilidad, nosotros veníamos con las manos vacías, simplemente con lo puesto, y poco después, ya nos habían ofrecido un sitio donde asearnos, donde poder sentirnos personas, y donde poder cambiarnos de ropa, porque de todo se nos ofreció en ese momento, para poder empezar una vida nueva y lejos de nuestro país,
Hoy estoy en un rincón de Occidente, en un rincón de España, lo llaman País Vasco. donde se nos ha recibido como hermanos, como gente que necesita ayuda. y a pesar del dolor de haber dejado allí en nuestro país todas nuestras pertenencias, nuestros familiares, gran parte de nuestros amigos, y aunque nosotros estamos confiados, de que seguramente están también al igual que toda mi familia, en algún rincón de Occidente.
Me llamo Massoud Shakir, soy afgano, he colaborado con las fuerzas humanitarias españolas, durante veinte años, y sí, en mi país los nombres tienen mucha importancia en lo que el destino nos depara.
Massoud mi nombre de pila, quiere decir afortunado, Shakir mi apellido no es otra cosa que ser agradecido, y sí me siento afortunado con mi familia en Occidente, libre, donde podemos empezar una nueva vida, un país donde todos somos iguales, y donde hombres y mujeres pueden vivir tranquilamente, y ahora es en nuestras manos dónde está nuestro futuro, gracias a España.
también lo digo con todo el dolor de mi corazón, por haber dejado atrás, tantas cosas, tantas vivencias, tantos familiares y amigos en Afganistán.
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