La princesa (no) deseada
- pascualmendoza60
- 12 nov 2020
- 10 Min. de lectura
La princesa (no) deseada

Erase una vez, en un reino no muy lejano, donde un rey y una reina ya en una edad no muy buena, para poder tener descendencia, y en la que ambos anhelaban ansiosamente ese hijo, que hasta ese momento no les había sido permitido.
La reina después de consultar a mucha gente del reino, se fue con una de sus damas, en busca de una bruja que habitaba cerca del río, ya prácticamente donde este va a desembocar en un precioso lago rodeado de un inmenso bosque.
En el reino, la reina no tenían gran predilección entre sus súbditos, por egoísta, por malvada, por avariciosa.
El rey, por injusto, por juerguista, por ser poco serio con los asuntos del reino.
Aún así, cuando la reina fue a pedir ayuda a la bruja del lago como así era conocida en todo el reino, recibió de esta el beneplácito para quedarse encinta.
“Durante veintiún días, debes de tomarte este brebaje que te he preparado, debes de hacerlo en ayunas, y por muy mal que te sepa pon muy amargo que sea su sabor no debes de mezclar lo absolutamente con nada ni tan siquiera beber agua hasta que no hayan transcurrido quince minutos desde el momento que lo has bebido”.
No era fácil tragar ese brebaje, pero la reina ansiosa, por dar un hijo que fuera el próximo rey del reino se sacrificó, y durante esos veintiún días la reina bebió el vaso de la pócima, que la bruja del lago la había preparado, para que pudiese quedarse en estado.
No pasó un año, cuando las trompetas del reino, una mañana de primavera tocaron con alegría, anunciando a sus súbditos la llegada del nuevo príncipe o princesa.
Pocos minutos después corría de voz en voz:
“Ha sido niña, ha sido niña, tenemos una nueva princesa”
El rey acudió pronto a conocer a su hija pero, cuál sería su sorpresa, cuando su cara se quedó desconfigurada, al contemplar los que había nacido del viento de la reina.
Sí era una niña, tenía forma de niña, pero, en la vida había visto un bebé tan feo, tan horroroso, como la princesita.
Era más ancha que larga, sus dedos eran gordos y rechonchos, su cara era ancha, y parecía como si le hubiesen dado un sartenazo, era plana con una nariz que parecía la de un cerdito, los ojos apenas se la podían ver, el pelo aún no se la podía percibir como casi todos los bebés había nacido sin nada de pelo, solo algo de pelusilla, pero según fueron pasando las próximas semanas, incluso los próximos meses, se pudo advertir que era un pelo lacio, sin gracia, pobre, y para nada hacía que, la princesa fuera mínimamente atractiva, ante los ojos de nadie.
Enfurecido el rey pidió esconder a la princesa, Alegando que tenía poca salud, la escondieron en una sala del ático, que acondicionaron para que pudiese allí transcurrir sus primeros años de vida.
Aun así, para el rey, como la reina, aceptaron que todas y cada una de las hadas del reino pasarán a conocer a la nueva princesa.
Cada una de las hadas, trataron de mejorar en algo la escasa belleza del bebé, pero era imposible una de ella exclamó exclamó:
¡Parece que hay algo de magia negra a la hora de concebida!, y por mucho que nosotros tratemos de ayudarla, nuestra magia no es tan potente como para vencerla.
—¡Que la pobre niña tenga el don de la bondad !, —le concedió una—
—¡Yo la doto de inteligencia!, —exclamó otra.
—Yo la la cubro de sabiduría, —apuntó la tercera.
La más osada de ellas, la concedió que fuese una princesa esbelta y alta, pero fue la última, la que a pesar de no concederla ningún don, fue la más generosa, simplemente dijo:
—Sí está bajo la influencia de magia negra, toda la magia que ahora te está ocurriendo, desaparecerá cuando cumplas los quince años.
Así fue creciendo la pequeña Clarabella. Durante los primeros años de su vida, apenas tenía visitas, solo su aya y su nodriza que la visitaba tres veces al día para alimentarla.
Su aya se esmeraba hacerla lo más atractiva posible, la cuidaba, la bañaba, la vestía, y la colmaba de caricias, beso y ternura.
Con el transcurso de los meses, los reyes se fueron olvidados de que tenían a su pequeña escondida en lo alto del palacio, la reina cada día imploraba por volver a quedarse encinta, pero su deseo, jamás fue cumplido. y los reyes no tuvieron nunca más descendencia.
Clarabella crecía ajena a todo esto, era una niña cariñosa, adoraba a su aya, y cuando su nodriza dejó de darle el pecho, se convirtió en una más de sus amigas, su única familia, que se veía reducida a estas dos mujeres, hasta que a los cinco años, llegó a su vida Catherine, su institutriz.
Catherine, había sido advertida de la difícil belleza de la pequeña princesa, No obstante al contemplarlas por primera vez tuvo dificultades en concentrarse en la reunión, que estaba manteniendo con ella, y necesitó varios días, para tener capacidad de reacción, y de este modo poder dirigirse a la princesa con cierta naturalidad.
No, no fue fácil el entendimiento con Clarabella, y no porque la princesa pusiese ningún tipo de obstáculos, ella había sido dotada de sabiduría, había sido dotadas de empatía, de comprensión, e inteligencia, pero resultaba muy complicado comunicarse y enseñar a una persona como la pequeña princesa, una persona qué hacía daño a la vista y que te desconcentraba de tus objetivos. Catherine estaba acostumbrada a la belleza máxima, y ahora tenía que dedicar todas sus horas, todos sus días, a educar a una bola de carne, con apenas dos rayas como ojos, una nariz que no parecía de ser humano, unas orejas grandes y separadas del resto de la cabeza y cuatro pelos que colgaban desde lo alto de su cabellera y que apenas cubrían la piel, de lo pobres que eran.
Clarabella tenía unas piernecitas cortitas, unos brazos que casi le llegaban al suelo, era una persona totalmente mal hecha, en la que las dimensiones de unas extremidades, no concordaban con las otras, ni con las del resto del cuerpo.
Sin embargo, era aplicada, era dulce, la absorbía todas las enseñanzas que Catherin trataba de inculcarle día tras día.
Sí, poco a poco, la princesa fue ganándose los favores de su institutriz hasta el punto de que se convirtieron en uña y carne, y de forma que las cuatro paredes de la amplia sala de ese rincón de palacio, les resultase pequeña.
Un día por sorpresa Clarabella le´manifestó a su institutriz:
—Me gustaría salir de esta sala, recorrer todas y cada una de las estancias del palacio, me gustaría acercarme a ese estanque, que ve todos los días desde la ventana y poder jugar con otros niños.
—Es una empresa difícil, — respondió Catherine.
—Lo tengo absolutamente prohibido.
Pero por encima de todo, la institutriz, amaba la pequeña princesa, la quería como si fuese algo suyo, y sabía que para poderle dotar de las mejores enseñanzas, no era suficiente con estar encerradas en las cuatro paredes de esa sala en lo alto del palacio.
Un día después, después de acostar a la niña, Catherine habló con su aya y su nodriza, mientras tomaban una taza de te.
Así afrontaron el problema pero esa noche no fueron capaz de dar con la solución, eran tres personas pensando cómo resolverlo, eran tres personas
analizando la misma situación, y pocos días después llevó a tener la solución más adecuada para el problema, y así poder facilitar a la niña esa salida del encierro, que mantenía a la princesa presa en su propio palacio.
En pocas horas todo estuvo listo, el aya se vistió de labriega, la nodriza iba vestida como un vulgar Labrador y a la pequeña princesa la vistieron de pueblerina.
Fue así como salieron por una puerta trasera del palacio y por primera vez la niña salió a cielo abierto, se quedaba sorprendida por cada cosa que veía, preguntaba por todo, todo le llamaba la atención.
Pero la niña, necesitaba de un milagro paa ser una niña “normal” y fue un milagro los que poco a poco se fue produciendo en ella.
Según se alejaba de palacio, la princesa iba teniendo un cuerpo más acorde, esos brazos alargados que tenía en principio, era como si se fuesen recortando, las piernas se fueron alargando, solo en unas semanas, la niña ya tenía un cuerpo proporcionado, no es que fuese una belleza, no es que fuese guapa, no es que llamase la atención, pero al menos pasaba indiferente ante los ojos de todos.
Nadie supo en Palacio del cambio producido en la pequeña princesa, ni sus propios padres se interesaron cómo iba evolucionando.
Hacía ya muchos meses algún año, diría yo, que ni se molestaban por aparecer por esa habitación que se habían preparado al nacer la princesa, en el ala izquierda del palacio en el desván.
Míss Catherine poco a poco, fue acentuando el amor hacia la princesa desde esas primeras horas las que resultaba complicado dirigirse a un ser tan sumamente deforme, hasta hoy, en el que para ella la pequeña Clarabella, lo es todo; y no porque sea princesa, sino porque es una niña dulce, cariñosa, entregada, estudiosa, bondadosa,
No se la puede pedir absolutamente nada más, así fueron transcurriendo los años, la pequeña princesa ya era una adolescente, una adolescente llena de sabiduría, una adolescente que llamaba la atención y que manifestaba su curiosidad por todo aquello que veía, todo le interesaba.
En el Reino ya se empezaban a correr rumores de esa niña tan especial que recorría los campos del reinado, y que a veces incluso se le había visto paseando por el lago, que hay frente a la fachada principal del Palacio
Fue así como llegó el gran día, ese día, en que la pequeña Clarabella cumplió los quince años.
Fue nada más despuntar el Alba cuando, corriendo a los pies de su cama acudieron las tres mujeres, que lo habían sido todo en su vida, su aya, su nodriza su institutriz, la persona que mas influencia había adquirido en su vida.
La princesa sin ser muy consciente de que era el día de su cumpleaños, se desperezaba lentamente entre las sábanas cálidas de su cama.
Cuando al final consiguieron que saliera de la cama y se pusiera en pie, vieron que algo había cambiado. Inmediatamente la obligaron a que tomar un baño, su aya se lo preparó de manera esmerada, preparó un baño oloroso con sales, relajantes con aceites tonificantes, pero la sorprendente fue cuando Clarabella salió del baño convertida en una esplendorosa joven, una joven, que casi ninguna de las tres mujeres pudo reconocer.
Su pie se había convertido tersa, casi transparente.
—¡Eres una verdadera princesa! — exclamó el aya—, al comprobar cómo su piel tan blanca, permitía notar la sangre que corría por sus venas.
—¡Qué esbelta y guapa eres!, te has convertido en una verdadera princesa.— dijo la nodriza
—Jamás hubiese podido imaginar que, aquella pequeña niña que conocí, hoy se convirtiera en la impresionante y bella joven que tengo delante de mí, dijo miss Catherine.
Ese día a Clarabella la vistieron con el traje más elegante que habían conseguido, la vistieron de gala.
De este modo, del brazo de la institutriz y seguida a poca distancia del aya y de su nodriza, bajaron sin autorización alguna a la sala principal del palacio, a la sala del trono, donde el rey estaba recibiendo a los príncipes vecinos, que habían venido para firmar un tratado de hermandad entre todos los reinos vecinos.
Se abrieron las puertas del salón del trono, mientras que un lacayo anunciaba la presencia de la princesa Clarabella.
El rey y la reina, se quedaron helados, era algo que tenían absolutamente prohibido, por ninguna circunstancia la princesa debía de bajar de su estancia en el desván, a los salones reales, cuando pudieron contemplar a la bella joven que acompañaba a miss Catherine.
Los Reyes no daban crédito a lo que veían sus ojos, simplemente les cambió el gesto de la cara. Él rey miraba a la reina, la reina miraba el rey incrédula, pero fue entonces cuando el hada madrina que acudió a su nacimiento, recordó lo que había pedido para el día que la niña cumpliera quince años .
—Yo n la di ningún don, simplemente dije: “sí está bajo la influencia de magia negra, toda la magia que ahora te está ocurriendo, desaparecerá cuando cumplas los quince años”
Así fue como la influencia de esa magia mala, que la bruja del lago le había marcado el día que la reina fue a pedirle ayuda para quedarse encinta, dejó de influir sobre ella, mostrando la bella joven que realmente era.
Aprovechando que los principales príncipes vecinos, estaban en el salón del trono, los reyes presentaron orgullosos a su hija la princesa Clarabella, la princesa heredera del reino y que durante toda su vida habían tenido oculta e ignorada en el desván.
Esa noche se celebró un gran baile y un gran banquete, Clarabella por primera vez fue la más admirada de todas las mujeres, a su lado estaban miss Catherine su institutriz, su aya y su nodriza, pero por primera vez en todo este tiempo desde su nacimiento, junto a ella estaban todas las hadas del reino todas las hadas, que ese día en el que nadie apostaba nada por ella, la dotaron de lo mejor que tenía, la dotaron de humildad, de sabiduría, de empatía, de conocimiento; y ahora junto con ese gran cambio físico producido poco a poco al alejarse de palacio, junto a las tres mujeres de su vida, en esos paseos por el campo, había roto su maleficio, ese qué tenía desde mucho antes incluso de haber sido concebida, por la bruja del lago a la que su madre acudió a pedir ayuda.
Ahora Clarabella está entre las princesas más bellas que jamás se ha conocido, tiene un cuerpo muy proporcionado, una cara bonita, unos ojos grandes y profundos y, sobre todo, una cabellera rubia y abundante, que le llega prácticamente a la cintura.
No hay día que al reino no llegue un príncipe ofreciéndole su mano pero, Clarabella siempre dice lo mismo a sus padres:
—Ya tendré tiempo para eso, ahora quiero disfrutar de vosotros, quiero estar con vosotros y recuperar en la manera de lo posible, esos años en los que he estado apartada de todo el mundo, y sobre todo de vosotros mis queridos padres.
En el corazón de la princesa no había lugar para el odio, no había lugar para los reproches, simplemente quería estar con sus padres, disfrutar de su compañía, pero no por ello dar la espalda a su aya, que para ella era una segunda madre, para su nodriza qué fue la que la amamanto y la sacó adelante en los momentos más complicados de su existencia, ni para su querida miss Catherine, su institutriz la que inculcada en ella la semilla del perdón, la semilla del conocimiento, la semilla de la empatía, de saber ponerse en el lugar de los demás, antes de juzgar y estar dispuesto a perdonar por ello.
En palacio se vivieron muchos años muy felices, Clarabella fue adorada por sus padres, fue adorada por toda la corte, era la princesa deseada de todo el pueblo, era la princesa codiciada por los príncipes vecinos, pero ella sabía que para casarse, debía de esperar, sabía que ella tenía en su destino su príncipe, y que ese príncipe tarde o temprano llegaría y sería el que colmaría de felicidad su existencia.
Pero esto amigos, forma parte de otro cuento, esto amigos es un cuento muy distinto, porque hasta aquí, el cuento de la princesa no deseada, colorín, colorado se ha acabado.
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