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La princesita Nora




La princesita Nora


Érase una vez un país muy lejano, en donde vivía la querida y amada reina Justina y que por las envidias que, desde niños, su hermano le tenía lo había llevado a destronarla,

Así fue como Justina había sido despojada de todos sus bienes, de sus palacios de sus tierras, pero ella al menos sobrevivía en un pequeño rincón, de un bosque olvidado.

Allí vivía serena y tranquilamente, la reina Justina que era una mujer de carácter, con decisión, no se le ponía nada de por medio, pero, sobre todo hacía justicia a su nombre, durante su frustrado reinado, fue equitativa a la hora de impartirla entre los ciudadanos de su reino, y por ello era amada y estimada.

Su querida amiga Leticia, que había sido desterrada con ella, a veces le preguntaba:

— ¿Cómo puedes llevar la injusta situación de esta manera tan calmada?

Pero ella siempre respondía lo mismo:

Leti, hay qué ser feliz con aquello que la vida nos da amiga.

Pero su amiga siempre se revolvía, pero ¿cómo puedes decir eso tú, que desde niña has vivido entre algodones y has tenido todo lo que has querido?, y ahora…, ahora vivimos apenas con lo que podemos conseguir con nuestras manos.

La reina Justina en ese momento se sonríe y le dice a su amiga de la niñez:


—He tenido casi todo en lo material, diría que todo, pero, lo que no he conseguido, ha sido tener el amor, tener a mi lado un hombre que me ame y que me hubiese ayudado a reinar y a mantener mi reino como el pueblo se merece.

Leti se quedó pensativa ante las palabras de su amiga, ya que es cierto que a la corte jamás se había acercado príncipe alguno, y cuando alguno se acercó Justina siempre lo rechazó, ya que tenía claro que, si algún día compartía lecho y reinado con alguien, esto sería por amor y desafortunadamente el amor no había tocado el corazón de la reina.

Estaba a punto de finalizar el invierno, un invierno que había sido el más duro en muchos años, había sido frío había nevado muchísimo y durante meses, apenas pudieron salir a la puerta del cobertizo que las cobijaba en lo más profundo del bosque.

Los primeros rayos de sol iluminaron el corazón de la reina, y pese a su injusta situación, y su estado calamitoso, que durante muchos meses las habían obligado a tener qué mantenerse con escasos víveres ya que, había sido un invierno muy largo, y a pesar de que ambas amigas habían sido previsoras, tuvieron que alargar y alargar y alargar la escasez de comida.

La nieve se comenzó a derretirse, las hierbas brotaban del suelo como por encanto, y tan solo en una semanas de un cálido sol, todo el entorno a la cabaña donde estaba Justina se volvió verde, lleno de alegría.

Los pájaros cantaban, el riachuelo más alegre que nunca, por el caudal de las aguas provenientes del deshielo de la nieve, parecía una orquesta totalmente afinada, y en ese momento tan esplendoroso tan mágico según decía Justina a su amiga.


Leticia, cada vez se desesperaba más por la situación que las dos sufrían, en la profundidad del bosque, pero no hay mal que cien años duré y cuando más pesimista se sentía la joven, por la situación que estaban atravesando, se oyeron los cascos de un corcel que se había atrevido a meterse en las profundidades del bosque.

En un principio las dos amigas se miraron algo confundidas, por un lado, estaban ansiosas por ver quién se acercaban después de tanto tiempo estando solas, pero por otro, sentían un cierto temor a que fuese alguien enviado por su hermano Iván, el rey impostor, para terminar con sus vidas.

Entraron precipitadamente en la casa y se escondieron en un rincón desde el que podían ver la puerta de entrada a la pequeña cabaña desde su escondite con el corazón alterado, miraban algo sobresaltadas el momento en el que la puerta se fue abriendo poco a poco, para parecer un hombre moreno, no muy alto, pero bien parecido y que enseguida desvaneció todos sus miedos.

—Reina Justina, reina Justina, ¿está usted aquí?, —preguntó de una manera amable.

Leticia, en un impulso trato de asomarse, pero su amiga la reina, le cogió fuertemente de la mano y la suplicó que esperara-

El joven empezó a preocuparse, tal vez pensando en que la reina no hubiese sobrevivido a los meses de pesadumbre que habían sufrido.

—¡Majestad, majestad!, ¿está de está usted en casa?

Estas palabras aplacaron el carácter fuerte de la reina, y fue entonces fue ella la que se levantó, y se presentó al joven.


—Yo soy la reina Justina, ¿Quién eres y que te trae por estos parajes?

El joven se inclinó ante ella, le hizo una reverencia y continuó de la siguiente manera:

—Majestad me habían hablado mucho de su belleza, pero al contemplarla, sé que la belleza no es solo algo externo, sé reconocer en la voz de una mujer, la belleza que tiene por dentro.

Tras estas breves palabras, Leticia incorporándose al lado de su amiga empezó el interrogatorio.

—Qué os trae por aquí?, ¿Cómo habéis osado introduciros en la profundidad del bosque?

Entonces el joven, pidiendo permiso para contarle su historia, se explicó.

—Hace tiempo que había oído habla de la reina Justina, de su reino, de su justa y sabía manea de gobernar a su pueblo, y de alguna manera, sentía envidia por ella, más cuando planeaba hacer una visita a este Reino para presentarme ante su majestad, tuve que hacer un largo viaje, largo y repleto de calamidades, qué retrasaron bastante mi regreso a mi país.

Soy el príncipe heredero del país de al lado, Sabiduría, mi nombre es Intelecto y a la muerte de mi padre seré el heredero de mi reino, pero no quiero llegar al trono solo, sino acompañado de la reina, de la que mejor han hablado, la reina Justina, la justa.

Intelecto en este momento calló, y fue sometido a un largo interrogatorio producida por Leticia.


—¿Cómo habéis osado entrar hasta aquí?, ¿qué os ha impulsado a osar entrar en este bosque maldito?, ¿qué venís buscando? solo somos dos mujeres desprotegidas e indefensas, dos mujeres abandonadas, que apenas tenemos fuerza para seguir luchando en este destierro.

—Precisamente vengo a sacarles de este destierro, vengo a ofreceros mi ayuda como principal aliado del Reino Justicia, somos vecinos, pero no por ello desestimó el poder hacerme un hueco en el corazón de su majestad.

Estas palabras hicieron que la reina Justina se desarmara, en el brillo de los ojos del príncipe, veía la verdad de sus palabras, y en ese momento, su corazón empezó a sentir algo que jamás había sentido.

Tras esta conversación, el príncipe Intelecto se tuvo que marchar por unos días del bosque, así estuvo durante varias semanas, yendo y viniendo, pero en su última ausencia, se retrasó un poco más y tanto la reina Justina, como Leticia, empezaron a preocuparse por la ausencia del príncipe.

Un día en el que ya empezaban a desesperar porque el príncipe no llegaba, desde la lejanía del bosque empezaron a escuchar trompetas y clarines, centenares de caballos al trote, que se dirigían hacia el centro del bosque, hacia el lugar dónde estaba oculta su cabaña.

Por un momento las dos mujeres sintieron temor, pensando en que el impostor de su hermano el rey Iván, había decidido mandar a sus ejércitos para acabar con ella, pero mucho antes de que llegasen las tropas, llegó él el príncipe Intelecto a los lomos de su corcel blanco que, en esta ocasión, venía adornado de banderas, sus crines bien peinadas y emperifollada con lazos. La reina Justina salió corriendo a su encuentro y al encontrarse con su amado se fundieron en un fuerte abrazo, coronado pon un leve beso, el primero de los besos que se darían y que apenas fue una leve caricia entre sus labios.


El príncipe rezumaba alegría, venía a contar a su amada, que había pedido ayuda a los reinos vecinos qué, junto con su ejército habían derrocado al impostor de su hermano el rey Iván, y que ahora juntos podrían volver a su palacio y que, de este modo, de nuevo reinará su pueblo con la justicia que siempre le habían alabado.

Pocos meses después se celebró la boda entre Intelecto y Justina, fue una boda muy celebrada, no hubo ningún reino vecino que no fuera invitado y enviara a sus emisarios en representación de sus países y como símbolo de fraternidad y buena voluntad.

Todos en el Palacio de la reina Justina celebraron con gran alegría los esponsales, un año después fruto del amor que ambos se tenían nació la pequeña princesa Nora.

Nora venía dotadas de gran belleza y al mismo tiempo tenía un gran carácter, una gran capacidad para pensar y reflexionar, no podía pedir nada más a la vida, pero al ser una princesa deseada y querida por su pueblo y todos los reinos vecinos, de cada uno de estos, vinieron mágicos emisarios a dotarla de una característica especial.

La primera fue la amiga íntima de su madre, Leticia quién de una manera impulsiva la dotó de la sabiduría, así fueron una tras otra pasando todas las enviadas de los reinos vecinos.

Así Nora fue dotada de una gran capacidad para empatizar con los problemas de los demás, fue dotada con una gran capacidad para dedicarse a las artes, hasta hubo incluso quién la dotó, de una bella caligrafía para poder escribir los magníficos poemas, para los cuales la había dotado la hechicera que venía del Reino de su padre, Nieve Blanca.


Nieve Blanca, era una bruja blanca como dice su nombre, era una mujer llena de bondad, llena de sabiduría y que sólo su compañía daba paz y tranquilidad.

En esas circunstancias, fue como la pequeña princesa Nora fue creciendo, a un lado de su cuna, siempre estaba Letizia, su madrina, y al otro lado estaba Nieve Blanca, entre las dos hicieron que la pequeña Nora fuera creciendo en un ambiente lleno de amor y de sabiduría.

A los pocos años, la princesa Nora ya leía libros de poesía, y al cumplir los cinco añitos, en vez de solicitar regalos por su cumpleaños, fue ella la que regaló a sus padres la más bella de las poesías que de amor hablara.

Intelecto es mi padre,

y es el rey perfecto.

Justina mi buena madre,

es una reina fina.

En un bosque se encontraron,

y por siempre se enamoraron.

Fruto de este amo nací yo,

a ambos los llevo en el corazón.

Soy la pequeña princesa Nora,

estudio y escribo sin demora,

de mayor seré una buena reina,

pero sobre todo, seré buena persona.


Nora fue creciendo, fue la princesita más dichosa de todos los reinos y justo en el momento que la princesa Nora fue coronada como heredera del Reino Justicia, de nuevo todos los reyes y príncipes venidos de los países vecinos, celebraron la fiesta más grande que en todo el entorno jamás fue conocida.

y…, colorín colorado, el cuento de la princesita Nora aquí ha acabado.

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