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Cuando la vida te sorprende

TRECE HISTORIAS DE AMOR CAPÍTULO 7 Cuando la vida te sorprende


En la vida, no echas de menos aquello que no tienes, cuando lo has conocido, cuando lo has sentido, todo cambia y la percepción de tus necesidades se transforma. Diréis que por qué os cuento esta perorata para empezar, pues con un poco de calma y si mi estado de ansiedad me lo permite, os lo contaré. Mi nombre es Jorge, soy un hombre de treinta y cinco años, con una posición social dada por mi profesión, de clase media baja, con suerte y capacidad para los estudios, doblemente licenciado en arquitectura y economía, esta segunda la hice a remolque de las necesidades que me iban surgiendo en mi profesión, ya que desde mi trabajo sentí la necesidad de poder defender mis proyectos económicamente y estar preparado para ello. Sí, en este sentido puedo decir que soy un triunfador pesé a mí mismo, ya que de alguna manera, poco o nada he hecho para ello. Al terminar la carrera, uno de mis profesores habló conmigo, una compañía se había puesto en contacto con él, necesitaban savia nueva, alguien muy activo, de personalidad inquieta y que ofreciera una cierta imagen y don de palabra. ─¿Usted cree que yo soy el más adecuado para esto? ─mi inseguridad siempre me ha seguido, todos me han visto un persona segura de sí mismo, pero al final creo que esos es una imagen que trasmito por mis propios miedos internos y cuando salen fueran, los demás ven todo lo contrario de mí. ─Jorge, te conozco hace tiempo, si no estuviera seguro, no estaríamos teniendo esta conversación, preséntate en esta dirección y pregunta por el Sr. Rivero. ─¿Puedo hacerlo a cualquier hora? ─No, me ha dejado bien claro, que solo por las mañanas, más bien al mediodía. ─Así lo haré. ─Se me olvidaba decirte, no se te olvides decir en recepción que vas de mi parte. Iba como un manojo de nervios, en la recepción no atinaba a hablar, pero la sonrisa de la chica de entrada me relajó, y pude soltarle un discurso medianamente coherente. ─Siéntese un momento en aquellos sillones, enseguida le aviso. Sí, aunque parezca increíble en los tiempos que corren, ese fue mi comienzo laboral, ni tan siquiera tuve que presentar un maldito CV, vació de contenido, en cuanto a experiencia laboral en aquel momento. Después la vida y el traqueteo empresarial, me ha traído y me ha llevado, en esta empresa nos dedicábamos a arquitectura de interiores, algo después, una vez superado el periodo de prueba y ya con mi contrato fijo en el bolsillo, la empresa fue absorbida por otra más grande que necesitaba de esta actividad para poder tener accesos a proyectos más ambiciosos, sobre todo con la administración. En la nueva organización, caí desde el primer momento en gracia, y de ser el último mono en la empresa anterior, en esta otra ya formaba parte de ese pequeño grupo de decisión, junto a otro compañero, éramos jefes de proyectos y esto ya nos ponía en otra posición. Bueno os estoy aburriendo con algo que se desvía un poco de lo que os quiero contar, pero para explicar un poco mi situación, creo que era absolutamente necesario empezar por aquí. Lo que os contado es muy breve, pero no tan corto en cuanto a lo temporal fueron casi tres años, en la primera empresa y en esta ya llevo cinco, me había convertido en un solterón, vivía solo en un ático en un barrió del centro de Madrid, pero mi vida a excepción del trabajo y algunos compromisos sociales normalmente provenientes de mi actividad profesional, era nula. A esto viene mi comentario inicial, me había acostumbrado a este tipo de vida, estaba rodeado de todo aquello que me gustaba, mis libros, mis música, mis colección de películas, aquellos escapadas a otras ciudades o mis viajes a otros países, completaban mi vida. En lo familiar poco que decir, no conocía lo que era una familia, me había criado de centro en centro, desde que nací, no había conocido otra cosa que las instituciones, algunas monjitas eran lo más cercano a mi familia, aquellas de San Juan de Dios, que cuidaron de mí en mi infancia, sobre todo Sor Teresa, que lo ha sido todo para mí, hasta que hace un par de años, una grave enfermedad tras volver de las misiones, su objetivo prioritario, se la llevó, dejándome como su único heredero. Como comprenderéis, al igual que todas las vidas están llenas de luces y sombras, de alegrías y tristezas, así era la mía, pero todo cambia y ahora os contaré como, la vida es algo lleno de círculos que se cierran y nos van completando nuestra existencia. El trabajo estaba en su momento álgido, hasta ahora, mi compañero Pedro Rivas y yo, estábamos cubiertos por la plantilla de administrativos de la compañía, pero desde arriba, alguien con un buen criterio, pensó que por lo sensible de nuestro trabajo, esto debería estar controlado por una persona, alguien que nos otorgara la suficiente confianza, para ser nuestras manos y nuestros ojos, dentro y fuera de la empresa y así fue como sucedió, así es cómo la vida me deparaba una gran sorpresa, a Esther. Mi primera empresa era excesivamente paternalista, el Sr. Garrido, lo pasó muy mal, ya que al unirnos a esta otra empresa, algunos compañero se tuvieron que quedar en el camino, pero eso es algo que él no olvida, y a pesar de haber conseguido una buena indemnización para esos compañeros, no ha dejado de tener relación y preocuparse por ellos, así ha sido como mi ángel, como Esther ha llegado a mi vida llenándola de todo aquello me faltaba y que por desconocerlo no lo echaba en falta. Al plantear en la reunión, la necesidad de tener una secretaria propia en nuestro despacho, se acordó de nuestra antigua recepcionista, esa chica que en mi presentación el primer día en la empresa de interiorismo, acabó con mis nervios, con mis frases inconexas y con su simple mirada, me dio la calma necesaria, para recobrar medianamente mi coherencia, ella sería la nueva secretaria que tanto Pedro como yo compartiríamos. Ya no era aquella joven que conocí, ahora era una mujer madura, a la que la vida no había tratado muy bien. Los primeros días tras nuestro reencuentro, fueron más de conocimientos personal, casi que del profesional, que con una soltura inusitada, se hizo sin apenas esfuerzos con él. Estábamos hasta arriba de trabajo, Pedro delegó en mí casi todo lo que tenía que ver con el trabajo y Esther, eran muchas horas juntos, muchos cafés compartidos, y solo en unos días, algo me decía que el reencuentro con mi ángel, no era algo trivial, en solo unos días, mi cuerpo respondía, de un modo diferente a mi reacción entre Pedro y la que tenía con ella. Los primeros cambios, los notaron los demás, yo hacía las cosas de manera inconsciente, me arreglaba un poco más, era mucho más cuidadoso a la hora de escoger mi vestuario, no había día que fuera a la oficina sin rasurarme y en lugar de esas colonias baratas compradas en el híper, había comenzado a utilizar esa de Yves Saint Laurent, Opium, y que hasta ese momento la tenía reservada para esos momentos especiales o esas reuniones singulares por su trascendencia o por su singularidad. Creo que todo fue llegando de una manera natural, cada día me apetecía más llegar a la oficina, estar junto a ella, horas y horas sin importarme que el tiempo de trabajo se hubiera acabado, pero con la excusa de terminar algo, se alargaba a veces por un par de horas. De los encuentros en la oficina, pasamos a vernos a primera hora antes de entrar, para desayunar juntos, después a la salida algunos días tomábamos una copa en algún lugar y por ultimo lo de acompañarla a casa se convirtió en rutina. Un viernes por la tarde, Esther me sorprendió, no porque no supiera que tenía un hijo, ya que lo primero que hizo al llegar a la oficina, fue poner una fotografía de él sobre el escritorio, sino porque me pidió que a la mañana siguiente los acompañara al parque de atracciones. Así fue como conocí a Jonás, su pequeño de ocho años, fue verlo y recordarme mi infancia junto a las monjas, entonces lo tuve claro, quería a su madre, lo quería a él y los quería tener a ambos como mi familia, esa familia que nunca había tenido y que ahora… Sí, ahora la añoraba, la deseaba y la tenía al alcance de la mano. Esa mañana por fin Esther se abrió a mí, por fin me hablo de sus años oscuros, de lo poco que duró la felicidad tras el nacimiento de su hijo y que justamente coincidió con los días de mi entrada en la empresa, aunque apenas en aquella época cruzáramos alguna que otra frase. A su ex lo mató la responsabilidad, y digo que lo mató, porque aunque aún está vivo, no soportó el ser cabeza de familia, el tener la responsabilidad de un hijo y la vida le arrastró a esos bajos mundos de las dependencias, primero del alcohol, agotado el matrimonio, después el coqueteo con otras sustancias para terminar inyectándose la maldita heroína, compartiéndola en cualquier rincón oscuro, sucio, pero lejos de miradas indiscretas que al tiempo que lo anulaban como persona, lo hacían nido de incubaciones de enfermedades innumerables. Después vino la ruptura y tras ella y la indiferencias de su propia familia, el abandono más absoluto de su persona. Hoy en día Esther aún lo visita en alguno de sus ingresos hospitalario, en algunas de esas crisis, me narraba entre lágrimas y voz entre cortada por los sentimientos que estaba viviendo y la angustia que estaba padeciendo. Sus sentimientos me hicieron abrazarla, así nos encontró Jonás cuando sin darnos cuenta se bajó de la atracción, dónde le habíamos montado, mientras me contaba esa etapa, tan gris de su existencia. La sonrisa del niño, lo dijo todo, nosotros nos miramos y apenas hicieron falta las palabras, nos dimos la mano y desde entonces no nos hemos separado, esa sonrisa del niño, fue nuestro juramento de amor. Esa noche Jonás me pidió que le contara un cuento antes de dormir, su madre me pidió que durmiera junta a ella. No, no seáis mal pensados, solo dormimos juntos, abrazados el uno al otro, su aliento en mi cara, su resuello sobre mi cuello, mis brazos uniéndonos a ambos y sí, he de reconocerlo, me dormí con una fuerte erección y al despertarme aún estaba allí, pero era algo que no era capaz de controlar, una respuesta natural, a la primera noche que pasaba junto a una mujer. Alguno os preguntareis que no entendéis esta postura, que hoy en día no se entiende que dos adultos que se gustan y que duermen juntos no vayan más allá de un abrazo y algunos besos, casi furtivos, pero comprender mis miedos, mis dudas, mi inseguridad a cómo actuar, a mis treinta y cinco años era virgen, nunca había estado con mujer alguna y de no ser por la ternura y la comprensión de mi ángel, me hubiera costado muchísimo, dar este primer paso. Hoy llevamos seis meses juntos, ahora no podría vivir sin amor, ahora sería algo, que si no tuviera en mi vida, lo echaría en falta, echaría de menos mi familia, y claro está, también echaría de menos el sexo, ese juego compartido, esa mezcla de sudores de alientos, de fluidos, que endulzan nuestra historia de amor, ese amor que he conocido a edad tardía, pero del que tan orgulloso me siento.


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