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Marta

Marta




Soy una mujer que he vivió, a veces intensamente, otras más que vivir he sobrevivido, pero de todo he aprendido y ahora en esta etapa tranquila de la vida, creo que contando mis vivencias puedo ayudar a otras mujeres a poner su vida en orden.

Sí, sobre todo orden es lo que ha faltado a mi vida, de principio a fin, nunca he tenido muy claro este conceptos, soy vehemente, muy visceral y en cada momento siempre me he dejado llevar, he hecho lo que me ha apetecido sin medir consecuencias y todo ello tiene un coste, en mi casa en alguna etapa, sobre todo en la que quiero incidir excesivo, pero prefiero que seáis vosotros las que juzguéis.

Me llamo Marta, tengo…, bueno digamos que los sesenta quedaron atrás hace ya casi una década. No, no es un tema de coquetería, pero creo que una persona sobre todo si es mujer, a los sesenta tiene mucho que contar, después ya…, solo queda esperar, aunque claro siempre hay excepciones.

Mi ejemplo fue muy madre, ella fue luchadora en una guerra que nos debería avergonzar a todos y tratar de dar pasos en algún aspecto que nos acerque a ella, no es un ejemplo para nadie, aunque por lo que veo en noticieros y oigo en la calle, a veces algunos se lo toman con mucha frivolidad.

En el año treinta y nueve del siglo pasado se tuvo que marchar fuera, fue de las privilegiadas que pudo poner tierra de por medio, antes de someterse a unos tribunales muy severos y desproporcionados, en los que ella hubiera tenido doble condena, la de ser militante y la de ser mujer.

Obviamente en cuanto pudo regresar a España con ciertas garantías, lo hizo, pero era muy diferente a la luchadora que se marchó, venía con esa patina de mujer que ha vivido, muy lejos de las mujeres que encontró en el pueblo a llegar, de esas mujeres vestidas de oscuro y con pañuelo a la cabeza

En seguida se dio cuenta de que el pueblo era un sitio imposible para ella y se vino a Madrid, ganarse la vida le fue fácil, era mujer preparada, con don de gentes, capaz de luchar en cualquier puesto de trabajo con un varón y vencerle.

Sí, soy hija de madre soltera, a pesar de nacer en la medianía del siglo pasado, cuando la moral imperante era de una presión tal, que apenas te permitía respirar, ella por su valía se hizo un hueco en el mundo empresario, montó un pequeño almacén de ropa, y poco a poco fue abriendo tiendas en todo Madrid.

Yo mamé ese ambiente liberal, esta lucha por ser alguien en la vida, por hacerse un hueco, mi madre desde que tengo uso de razón me arrastraba con ella a reuniones y más reuniones, en su despacho instaló mi pequeño espacio de juegos y así fue mi infancia, hasta que llegó el colegio, el instituto, la universidad, pero los fines de semana, mantuve ese nexo de unión con el mundo empresarial de mi madre, del que hace ya varias décadas me he hecho cargo.

Sí, tuve un primer matrimonio, más que por amor, por intereses económicos, era muy interesantes para ambas familias, tenía tintes de convencional, de esos de para toda la vida, pero cuando falta el amor, el barco hace aguas, y antes de tener descendencia, tuvimos la capacidad de parar algo que nunca debíamos de haber iniciado.

Sí, tras esta experiencia y unos meses de mi particular duelo, viví una vida desaforada, sin pareja fija, pero con una intensa vida amatoria.

“La Ava Gardner patria”, rezó algún titular de un periódico de dudosa reputación, para afear mi actitud.

Sí, nunca me he considerado superior a nadie, pero tampoco inferior y si los hombres, por el hecho de ser hombres, exhibían sus conquistas a golpe de talonario en todo Madrid, yo no iba a ser menos.

Sé que, desde el punto de vista de hoy, esto no es políticamente correcto, pero las cosas suceden cuando ocurren y tratar de verlas con la perspectiva de décadas después, no deja de ser un error, un error que hoy en día cometemos con demasiada facilidad.

Sí también he de reconocer errores y fallos, soy una mujer que como tantas me gusta un determinado tipo de hombres, sí, esos que denominamos un tanto “Canallas”, zalameros, sinvergüenzas, golfos, de esos que con una media sonrisa te hacen sacar la cartera, y con una tenue caricia te la dejan vacía,

Sobre estos puedo hacer un máster, pero no me dejaron huella, pasaron por mi vida como llegaron a ella, de manera rápida y efímera, pero no ocurrió lo mismo con Salvatore.

Salvatore llegó a mi vida en un momento de éxito profesional, tal vez al reflujo de los focos y los cientos de recortes de prensa, venía con ese aire italiano, impecablemente vestido, con una manera de cortejar, que más que parecer algo físico, todo parecía una tenue y larga caricia, hasta su voz era aterciopelada, su sonrisa era una invitación a acompañarle al paraíso, y yo, exitosa en los negocios, era en aquel momento una mujer de grandes soledades.

Mi madre había fallecido meses antes, y ese paraguas de la sabiduría, de aquella que ha vivió intensamente, desapareció de golpe de mi vida.

Sí, Salvatore hizo una pequeña fortuna con lo que de buena manera yo le di, o con aquello con lo que me extorsionó.

Al principio me lo tomé como un juego, cada vez que me pedía dinero, le exigía una explicación, el aprendió enseguida las normas de este juego elemental y durante un tiempo me hacia gracia verle esforzarse, en buscar una causa perentoria, que exigía de una fuerte cantidad de dinero.

El cada vez se esforzaba más, involucraba a familiares algunas veces fallecidos con anterioridad, otras veces a personas o grupos sociales, que en prensa habían aparecido exponiendo necesidades singulares, para así resolver algunos casos extremos.

Pero todo tiene su fin, y quien con fuego juega, termina quemándose. Y así me ocurrió, el juego dejó de ser tal juego, cuando descubrí que Salvatore tenía una amiguita fija, y que yo con estos juegos, de alguna manera la andaba subvencionando.

Salvatore era un hombre inteligente, cuando le dije que no por primera vez, me devolvió una sonrisa y como un niño pequeño, trató de hacer unos pequeños pucheros, pero al mismo tiempo, fue entretejiendo una estratagema de cara al futuro, me conocía muy bien, sabía muy bien de mis soledades. y de mis puntos débiles y comenzó a extorsionarme, por un tiempo le seguí su sucio juego, pero más tarde lo puse en manos de mi mano derecha y esto se acabó, de este modo cambio de estrategia, todo se tenía que resolver entre las sabanas y fue cuando me sentí sucia, Me negué. Lo hice una y ciento de veces, entonces…, entonces conocí esa otra cara de Salvatore. La de matón de media pluma, primero fue un bofetón, cedí y le di lo que quería, después insultos, alguna paliza.

Me sentí una mujer muy vulnerable, mi abogado se dio cuenta, en un momento de flaqueza me sacó una confesión, y Salvatore de la noche a la mañana desapareció de mi vida.

Supongo que lo alojaría entregándole una fuerte cantidad de dinero, después en alguna ocasión he sabido algo de él, ha aparecido en alguna que otra revista de corazón, pero en mi vida nunca más.

Sí, esto me dejó grandes secuelas, de la mujer altanera y segura apenas quedaba nada, me había convertido en una mujer madura, insegura y asocial.

Solo fueron tres escasos años con Salvatore, pero los suficientes para convertirme de una mujer en los mas alto en lo profesional y en lo personal, a una mujer que necesitaba estar tutorada en el tema de los negocios y apática y solitaria en lo personal.

Sí he vivido, he disfrutado de mi vida en todos sus sentidos, lo he hecho intensamente durante décadas, pero cuando una persona necesita estar acompañada, es cuando más sola me he sentido.

Miraba al pasado con nostalgia, a veces pensaba que cuantos, de esos amantes oportunos, cambiaria hoy en día por un hombre, sencillo, leal y cariñoso, que estuviera conmigo, en esta tardes invernales de hastío.

Soy una privilegiada y ya en la última etapa de mi existencia, el destino ha puesto a un hombre cabal en mi camino.

No, no es alguien que halla aparecido de la noche a la mañana en mi vida, José ha estado a mi lado desde siempre, entró a trabajar con mi madre como abogado, después continuó conmigo, pero para mí, era un hombre invisible, apenas conocía su nombre ni nada de su vida, era el abogado, y sin embargo él…, él se enamoró de mí desde el mismo momento que me conoció según me ha contado a posteriori.

José ha vivido mis desvanes, mis excesos y, sin embargo, no ha cejado en su amor, hasta ver el momento oportuno para abrirme su corazón.

No me lo merezco, he sido egoísta egocéntrica, y al final el destino me premia con José a mi lado.

Sí he vivió, he sufrido malos tratos por Salvatore hasta puntos que hoy me resulta complicado de asumir, jugué y las mismas normas de ese juego que yo había inventado se me volvieron en contra.

Hoy me abro en canal, sin tapujos, asumo mis debilidades y mis malas decisiones, pero no soy culpable de haber sufrido malos tratos, aunque de esto ya haga alguna década y la violencia de género, no fuera tratada, como lo es hoy en día.

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