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Isabel

Isabel

La gestión del día a día de nuestras propias vidas, es tema muy complicado, pero todos tenemos nuestra opinión, a la hora de hablar de la gestión de vidas ajenas.

Hagamos un examen de conciencia, repasemos aquellos momentos de nuestras existencia, en que dudas mas que razonables a la hora de actuar, de tomar una decisión, nos ha llenado de inquietud.

La historia de Isabel una mujer curtida en mil batallas, de vida dura, luchadora nata, a la que la vida la había golpeado una y mil veces, es un ejemplo de ello.

Viuda a los pocos años de haberse casado con un hombre que, si no se fue malo para ella, no supo darle su lugar.

—Desde la noche de bodas supe que, en mi matrimonio, no éramos dos, si no tres, mi suegra venia en el mismo pack que mi marido, y esto a una pareja joven, supone desde el comienzo un serio problema.

Esto Isabel lo contaba una y otra vez, lo hacía con una sonrisa en la boca, sin amargura alguna, pero con ese gesto de la cabeza, que fuera quien fuera su interlocutor, dejaba patente, que aquella lección ya la aprendió y que si hoy en día, tuviera que pasar por la misma experiencia, la afrontaría de manera muy distinta.

Cuando Andrés su marido, murió en aquel fatídico accidente de tráfico, aclarado a medias, y que la dejó con una mano adelante y otra detrás, se volcó en su pequeña Teresa a la que, por no complicarse la existencia, tuvo que aceptar, aunque lo hiciera a regañadientes ponerle el nombre de su suegra.

Durante algún tiempo, era la niña, se negaba a nombrarla con el mismo nombre de la abuela, pero cuando por fin se sintió libre, la empezó a llamar Techy.

Sí, los nombres al finan sí que forman parte de nuestro carácter, con pocos años, la pequeña Techy dio señales de ello, e Isabel a pesar de reconocer en la pequeña, todo aquello que rechazaba de su suegra, se volcó en los cuidados y educación de la niña, durante años, solo vivió para ella, para que no la faltara de nada, para que estudiara en los mejores colegios y al final con mucho sacrificio, para que pudiera ser la primer universitaria de la familia.

Isabel, se despreocupó de ella misma, quedó viuda y se olvido de lo joven que era, de que podría haber reconstruido su vida, encontrar a otra persona con la que compartirla, pero optó por lo que consideraba que como madre era su obligación, dedicarse en cuerpo y alma al cuidado y educación de Techy.

Obviamente esto no es un error de bulto, es algo por lo que la mayoría de los padres apostaría, el error fue ir viendo la deriva de su hija con respecto a ella y no haberlo enmendado, no haber corregido de alguna manera el rumbo y haber mirado algo más por ella misma.

Techy por su parte, llevaba un tipo de vida bastante disoluta, siempre desde bien pequeña aprovechando las debilidades de la madre, había hecho lo que le había venido realmente en gana.

Isabel mujer educada a la antigua usanza, fue incapaz de asumir lo que conlleva la autoridad de un padre, ante la ausencia del mismo y la joven supo sacar provecho esto.

Vivía como quería, ella no tenía obligaciones solo derechos y reclamar y reclamar.

—Soy la peor vestida de todas mis amigas – chantajeaba a la madre para que se esforzara en pagar esas prendas de marca que, con su puesto de limpiadora en un colegio, apenas podía permitirse, salvo escatimando en aquellas cosas más necesarias para su propia vida.

Sí, Techy tenia esa picardía, ese espíritu de supervivencia, que a Isabel la faltaba, esgrimiéndola hasta las últimas gotas.

Al llegar a la universidad, conoció a Charly, un caradura, descarado y vividor, que rápidamente entro en la vida de Isabel, ocupó un sitio privilegiado en su salón y su propia alcoba, al dejar embarazada a Techy y dejarlos su propio cuarto, para pasar ella a ocupar la habitación pequeña de la casa.

Esto fue el cambio de rumbo definitivo, la joven dejó la universidad e Isabel, además de sentirse despojada de manera metafórica de su propio espacio vital, tuvo que trabajar para la joven pareja, su hija dejó los estudios, Charly prosiguió con ellos e Isabel, además de su trabajo en la limpieza del centro escolar, se buscó unas hora extras planchando para una familia acomodada.

Sí, Isabel dejó de ser la dueña de su casa, para convertirse simplemente en la aportadora de la economía doméstica, ella no esperaba gratitud por esto, ella solo creía que estaba haciendo lo que debía, pero se consideraba un simple instrumento, instrumento que su hija, con el mayor despotismo que jamás había mostrado, abusaba y se aprovechaba hasta en lo más infimo.

Cuando nació la pequeña Nadia, todo era alegría, la abuela creía haber encontrado el sentido que daría nuevamente sentido a su vida, jamás se quejó de su agotamiento al llegar cada noche a su casa, y tenerse que poner a ordenarla, limpiarla, recoger y preparar la comida de la jornada siguiente, lo hacía con tesón, con amor y sin esperar nada a cambio.

Por ello nunca recibió ni un gesto de gratitud, tampoco lo esperaba, pero de eso a recibir el trato que recibía, había todo un abismo.

Las cosas se complicaron cuando la relación de pareja comenzó a deteriorarse, Techy se estaba descuidando, mientras que Charly apenas entraba en casa, cada día llegaba más tarde, las justificaciones cada vez eran mas peregrinas, e Isabel para todo esto, sin saber cómo, era la culpable.

Cuando Charly se marchó definitivamente, las cosas aún se agravaron más, de la indiferencia, el abuso, el chantaje, se pasó a las voces, al mal trato psicológico y un día…

Sí, un día Isabel se llevó un empujón nada más llegar a casa, era tal el desprecio que su hija sentía hacía ella, que prácticamente la tenia cosificada, era simplemente su modo de vida, la persona que desde que tenia uso de razón, solo vivía para mantenerla y darle todos los caprichos que necesitaba.

Ese día Isabel creyó volverse loca, cayo derrotada en uno de los viejos sillones del salón, mientras que oía un portazo de la puerta de la calle, anunciándola que su hija se acaba de marchar. Fue entonces cuando por primera vez se sintió reconfortada, y lo hizo su pequeña nieta Nadia, que apenas con tres años, se abrazó a sus piernas,

—Abuela no llores, yo te quiero mucho y te cuidaré.

Fueron palabras de aliento para Isabel, pero también de desesperación, entonces lloró amargamente, se dio cuenta de los errores que había cometido en su vida y lo que aún es mejor, que no estaba dispuesto a seguir cometiéndolos.

Durante horas pensó como debería cambiar su vida, que cosas eran las que estaba dispuesta a asumir y por aquellas otras que no pensaba permitir que volvieran a ocurrir.

Esa noche, permaneció despierta en la cama a la espera de que su hija volviera, eran mas de las tres de la madrugada cuando volvió, se hizo la dormida y esperó el momento adecuado para tener una conversación con Techy.

Sí, fueron día de caras tirantes, de pensar y meditar pros y contras de la situación.

A estas alturas de la su vida, era muy consciente que, si por algo merecía la pena luchar, era por la pequeña Nadia.

La situación no mejoró, apenas se cruzaban palabras madre e hija y cuando lo hacían eran con monosílabos, era una situación tensa, apenas sostenible, hasta el día en que, de nuevo Techy, se la monto a su madre, por una prenda que se quería poner y que Isabel no había lavado.

La conversación se fue de las manos, Isabel tenia mucho dentro de su pecho y aunque era consciente y así lo tenía más que meditado, no se pudo controlarse y ese día dijo a su hija todo lo que llevaba guardando durante años.

—Eres clavadita a la bruja de tu abuela, amargó mi matrimonio y tu te has dedicado a amargarme el resto de mi existencia, nunca has querido a nadie, solo sabes mirar por ti misma. Eres vaga, desganada, guarra y encima solo sabes exigir y exigir, haberte lavado tu la maldita blusa esa, en lugar de estar todo el día viendo la tele, yo me mato a trabajar de ocho de la mañana hasta las tantas de la noche y cuando vuelvo a casa, me lo encuentro todo patas por hombro, y encima esto.

Por algún instante Isabel pensó que este discurso victimista igual mellaba el corazón de piedra de su hija y la hiciera entrar en razón, pero lejos de esto, se creció, la observo, la miró a la cara y por unos segundos sintió pánico.

Fue una bofetada, una simple bofetada que la dejo el oído derecho atronado por unos instantes, la dejó paralizada, muda, incapaz de decir ni hacer nada.

Un nuevo portazo de la puerta de la calle, la hizo reaccionar, la pequeña Nadia la miraba confundida con esos ojos de los niños que lo cuentan todo, esos ojos de pena, de amor, llenos de ternura y que tanto la transmitieron en esos momentos.

Isabel se dejó caer de rodillas al suelo, enseguida sintió los pequeños brazos de la pequeña alrededor de su cuello, abrazándola tan fuerte como podía, dándola mil besos en la cabeza, cuando Isabel levantó la cabeza del suelo para mirarla, la pequeña con su pequeña manita la enjugó las lágrimas y la volvió a abrazar.

—Abuela, yo cuando sea mayor te voy a cuidar y querer mucho.

Abuela y nieta se fundieron en un potente abrazo, y lloró, lloró por lo desgraciada que había sido toda la vida, por no haber sido capaz de parar los pies a su hija hasta ahora y, sobre todo por la incertidumbre de lo que pudiera ocurrir con la pequeña Nadia.

A partir de este momento, madre hija no se volvieron a dirigir la palabra, cuando Isabel llegaba de trabajar, Techy cogía su bolso y abandonaba la casa, con solo la presencia de la madre, la hija se sentía avergonzada y lejos de enfrentarse al problemas como persona adulta y sentarse a hablarle y pedir perdón a la madre por las dos agresiones que la había realizado, decidió rehuirla de este modo.

Según fueron pasando los días, los ánimos se fueron aplacando, Isabel dejó de tener miedo a su hija, sabía que había sido un error y que en este como en otros, ella tal vez de alguna manera, por no haber sabido pararla a tiempo, se sentía responsable.

El sentido de la responsabilidad llevaba a Isabel a sentirse culpable por todo lo ocurrido, por su incapacidad para gestionar las cosas, por no haber tenido narices en toda su vida, de decir por aquí no paso, cuando en más de una ocasión debía de haberlo hecho.

El problema se había enquistado entre madre e hija, es cierto que Techy se ocupaba más de su hija, hacía lo que podía con la casa y a veces hasta ponía alguna que otra lavadora, pero convivir de este modo, no es plato de buen gusto máxime cuando se trata de madre e hija, cuando esta situación tensa se da con la persona, por la que has dado tu propia vida, y todas tus energías casi hasta la extenuación.

Una noche al llegar Isabel a casa, se encontró todo especialmente ordenado y limpio, Techy al coger el bolso y antes de salir por la puerta se dio la vuelta y miró a su madre, por un momento la madre pensó que era el día, que por fin…

La hija la miró con ojos llenos de ternura, con las lagrimas a punto de derramarse, a punto estuvo de dar la media docena de pasos que las separaba y fundirse en un potente abrazo con la mujer que había hecho, todo lo que una madre puede hacer por una hija en esta vida, pero al final…

Al final como siempre se dio la vuelta y salió de la casa, Isabel a punto estuvo de salir tras ella.

*****

Hoy lo repite a todo aquel que la quiera oír:

—“Debí de hacerlo, debí salir tras ella y llamarla”


Isabel, se puso cómoda y comenzó a preparar la cena, cuando volvió al salón Nadia la entregó un sobre con una nota que su madre le había dejado.

“Mamá, perdóname, siempre he sido una mujer caprichosa, desde niña no he hecho nada más que pensar en mí, tal vez con esto, que voy a hacer, siga haciendo lo mismo, una huida hacia delante.

Nadia no puede estar con nadie mejor contigo, se que tú le darás todo lo que necesite, conmigo seguramente todo sería, de otra manera, y no para mejor”.

Nunca olvides lo mucho que te quiero.


De esto hace ya quince años, jamás Isabel volvió a saber nada de su hija Techy, hoy es una mujer ya jubilada, todavía en buen estado físico y mental, Nadia ya es una jovencita de dieciocho años, una joven como tantas otras de hoy en día, pero sobre todo una jovencita con gran amor y devoción hacía su abuela, su autentica madre a la que cuida e idolatra.

Este es un simple caso de violencia doméstica, violencia suave, pero no por ello deja de ser violencia, abuso en este caso hacia una madre, hasta estrujarla de tal manera que apenas vivía, para permitirle los caprichos a una hija fría y calculadora, afortunadamente hoy Isabel goza del cariño de su nieta una jovencita encantadora y que la brinda todo su amor y cariño

La vida a veces es eso, una de cal y otra de arena, y de eso Isabel sabe mucho.

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