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DARA

Dara

A veces la vida nos da aquello que nos merecemos y, nos premia o nos castiga, de manera proporcionar a nuestros hechos y comportamientos, sí, he de reconocer que, en parte, algo por lo que he pasado me lo merezco, pero realmente ¿me merecía tanto?

Fui una niña muy feliz, querida, deseada, mimada, en mi juventud tal vez por esto mismo fui algo caprichosa, poco empática y mucho menos, con capacidad para escuchar los buenos consejos que me daban las personas que me querían.

Todo en la vida me sonrió, fue así hasta el extremo que, apenas cumplida la mayoría de edad, era una chica solvente económicamente, gracias a la herencia dejada por Mati, mi abuela paterna, que de este modo quería garantizar la posibilidad de que fuera a la universidad y estudiara aquello que me viniera en ganas.

Mi nombre es Dara, mis padres me han contado mil veces que me lo pusieron seleccionándolo entre una lista de nombre bíblicos, para tratar de que, con su influencia, me dotarían de aquello que el nombre significa, “dotada de la sabiduría, por Dios”, en femenino el comparable al sabio Salomón.

Pero no, por encima de todo soy obstinada, cabezona y me gusta quedar por encima del mundo en toda discusión.

Pese a ello, en casa no tuve grandes problemas, mis amigos y amigas eran los de la toda la vida, era de la generación que nos merecíamos todos, “nosotros no habíamos pedido venir a este mundo” y, por lo tanto, “solo teníamos derechos y muy pocas obligaciones”.

Mis primeras relaciones con el sexo opuesto, me las tomé con tranquilidad, el sexo para mi era algo natura, lo tenía muy desmitificado, y en este sentido al llegar a la veintena, ya tenía amplia experiencia en el amor, aunque ninguna de mis relaciones hubiera fructificado.

Soy como antes he dicho caprichosa, y cuando mi amiga Mayte se fue a vivir con su novio del instituto, tuve la sensación de estar perdiendo la batalla y me obsesioné con hacer lo mismo.

Hoy soy consciente de que estas cosas no se buscan, simplemente se encuentras, no se pretenden, surgen, pero yo, erre que erre.

En mi camino se cruzó Adri, tenia fama de mujeriego, de algo golfo, un poco canalla, pero con una voz sugerente, una gran capacidad de convención y para más inri, con una decena de años más que yo.

En seguida el tomo las riendas de la relación, yo me dejaba llevar y para tenerle contento, era muy generosa con él, no le faltaban buenos regalos, la consola de ultima generación, las zapatillas de moda, esa chupa que, todos quería llevar esa temporada.

Sí era la chica mas envidiada por todas, tenia al chico mas guapo, al mas popular y al más sinvergüenza de todo mi entorno.

Mis padres en principio lo recibieron con los brazos abierto.


—Tal vez, sea lo que necesites para sentar la cabeza.


Poco tardaron en darse cuenta de que no era la persona mas adecuada para estar a mi lado, despertó en mí, rápidamente la parte celosa que todas las mujeres tenemos y, cuando decidimos irnos a vivir juntos, mis padres me mostraron su inquietud.

—¿De qué vais a vivir?, Dara, hija, es un poco precipitado, apenas lleváis juntos unos meses, espera al menos a llevar con él un año, así os dais un tiempo para conoceros mejor, la convivencia a veces, sobre todo al principio es complicada, ¿Por qué no esperáis un poco?


Al mes siguientes, ya habíamos alquilado un pequeño apartamento en el centro y empezábamos a vivir juntos.

Yo después del verano iniciaría mis estudios de diseño, el estaba desde hace años matriculado en la universidad, supuestamente cursaba estudios de ciencias de la información y los fines de semana era RRPP de una famosa discoteca.


—¿De qué vais a vivir? —me preguntaba alarmada mi madre una y otra vez.

—Mamá, el trabaja los fines de semana y ya ha hablado por mi, para que yo trabaje de camarera en el mismo local, el dinero no nos sobrará, pero nos las apañaremos.

—Hija te en cuenta, que mantener una casa cuesta mucho.

—No te acuerdas mamá de cuando eras joven, de cuando papá y tú os casasteis sin nada y, comenzasteis a construiros un futuro, me lo has contado cientos de veces, ahora soy yo la que debo empezar.


Sabía que era la mejor manera de manejarlos, desde el sentido común, desde sus propios comentarios y aprovechando sus vivencias.

Sí, comencé a trabajar los fines de semana, después los jueves y terminé por retrasar el comienzo de mis estudios, ya que el había tenido un problema en el trabajo y para mantener la casa, yo tuve que trabajar toda la semana.

Entre semana cuidaba de unos niños que vivían en el mismo edificio, los arreglaba, los daba el desayuno y los llevaba al colegio, después por la tarde los recogía y los entretenía hasta que su madre regresara a las seis del trabajo.

Él, se tiraba todo el día en el sofá, jugando con la consola y bebiendo cervezas con los amigos, yo simplemente lo llevaba, pero…

Sí una madrugada al volver de la discoteca, percibí un indiscutible olor a perfume que no era mio, era un perfume de esos densos, pegajosos que yo nunca había utilizado.


—¡Estás loca, los celos te matan, a todas os pasa lo mismo!


Esa fue su defensa, yo dudé de mi misma, pero pocas semanas después me encontré bajo la cama unas braguitas que no eran mías, En esta ocasión y ante mi ataque, optó por dar un portazo y salir de casa.

Pero cuánta razón tiene el refranero, “a la tercera va la vencida”, y esta no tardó en llegar, me encontré las sábanas manchadas de carmín y la funda de un preservativo tras la mesilla de noche.

Cuando le pedí explicaciones, su respuesta fue violenta, me dio tres bofetadas, me chilló, se puso como un energúmenos y yo me quedé acojonada, arrinconada como una niña y llorando tirada en un rincón del dormitorio.

Fue así como me encontró mi madre, y ante mis dudas y mi inseguridad, me sacó toda la verdad y me arrastró a la comisaria a denunciarlo.

Sí, un forense y un psicólogo, con su diagnostico apoyaron la denuncia y el juez puso una orden de alejamiento,

Yo apenas tenia veintiún años, toda la vida por delante y, aunque me fui unos días a vivir con mis padres, enseguida volví a mi apartamento, era una mujer libre, me ganaba la vida y aunque durante estos días pudieron prescindir de mí, al cuidado de los niños, esa misma mañana Carmen la mamá me dijo que no podía seguir así, o volvía, o se tenia que buscar a alguien.

Fue aquí donde nuevamente salió la mujer caprichosa, la que se piensa que, ella todo lo controla y en secreto, permití que Adrián volviera a mi cama y a mi vida.

Pero nada fue lo mismo, todo era un infierno, mi inseguridad aumentaba cada día que salía de casa, mis reservas de dinero bajaban escandalosamente para cubrir sus caprichos, y sus amantes se turnaban a diaria conmigo en la cama.

Tarde algún tiempo en hacerle frente, en reprocharle su actitud, su vaguería, su falta de hombría e incapacidad de tener una relación seria de pareja.

Sí, sé que me alteré que no me controlé, que callé durante mucho tiempo y exploté de la peor de las maneras, pero el fue brutal, solo recuerdo una frase lapidaria que me dijo.


—¡Que te has creído niñata que, con cuatro euros y tu mojigatería en la cama, puedes tener un tío como yo!


Tras esto, golpes por doquier, objetos contra el suelo, la sangre corriendo por mi cara, de una brecha en mi cabeza y la pérdida de conocimiento.

Sí, fue Carmen la madre de los niños que cuido, que tras los gritos y los golpes llamó a la policía,

Fueron unos cuantos errores los cometidos, tras diez días en el hospital, volví con mis padres y con la lección bien aprendida, pero sobre todo, convencida de que algunos seres humano tienen muy difícil el cambio, que las segundas oportunidades te pueden costar la vida, y que a veces la experiencia de las personas que nos quieren, vale más que sufrir mil calamidades por no hacerles caso.

Hoy en la madurez de mis treinta años, veo la vida más compleja, no, no es que tenga miedo a relacionarme a comprometerme, simplemente he luchado muy duro, me he hecho un hueco en el mundo de la moda, tras cursar los estudios que tenía previstos y, aunque tengo una atractiva e intensa vida social, sé que lo tenga que venir, antes o después llegará, yo no estoy cerrada a nada, pero tampoco estoy ansiosa por encontrar, el destino pondrá ante a mí, aquello que tenga previsto que llegue a mi vida.

Dara mujer llena de sabiduría , equivalente femenina a Salomón.

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