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BERENICE

Berenice




Mi vida ha sido fácil, una vida sin complicaciones, sencilla, pero de alguna manera hecha a mi propia medida.

Mi amiga Koty, dice que mi mérito está marcado por la buena gestión de mi propia vida, yo creo que de alguna manera todos tenemos nuestro destino.

Sí tuve una niñez muy feliz, no fui problemática en mi adolescencia y la relación con familiares y amigos era de los más correcta, en la primera juventud y tras mi despertar al sexo, nada cambio.

El sexo es algo para mí que siempre lo he tenido bastante desmitificado, se trata de disfrutar y pasarlo bien sin ninguna otra connotación.

Sí, el tema se complicaba cuando se mezclaba con lo sentimental, no se decir a esta altura de mi vida si es que soy una mujer muy enamoradiza, si es que soy poco constante, o que narices ocurre.

—Nena, tú de poco constante nada de nada, somos amigas desde niñas y mantenemos el mismo grupo desde hace años, si fuera como dices, estarías cambiado constantemente de amigos, de estudios, de trabajos y tú eres de esas que piensas que las cosas son para toda la vida.

He de reconocer que Koty tiene razón, soy una mujer poco dada a los cambios, pero en el amor…

Fueron muchas las parejas ocasionales que pasaron por mi pequeño apartamento del centro, parejas estables, de esas que duran algo mas de unas semanas también, el problemas es que cuando…

Sí tras seis meses, tenia la sensación de que el proyecto de pareja perdía fuelle, se iba agotando poco a poco.

—Ber, cariño, tú lo que buscas es estar constantemente en ese estado de enamoramiento tonto, cuando pones los pies en la tierra, te ocurre lo mismo con todas tus parejas, todo se desvanece bajo tus pies.

Creo que mi amiga tiene toda la razón, siempre es de la misma manera, fantástico, maravilloso y a las pocas semanas, viviéramos o no juntos, todo se venia abajo como si fuera un castillo de naipes.

Así llegué a los treinta y cinco años, y el reloj biológico del que tanto hablan, empezó a marcarme minuto a minuto y creo que de alguna manera me empecé a obsesionar.

—Hija, —me decía mi madre—, se te está pasando el arroz, ¿para cuando vas a sentar la cabeza?, ¿Para cuando me vas a convertir en abuela?

No solo era mi madre, todo el mundo se me echaba encima en el mismo sentido, la mayoría de mis amigas, menos Koty, que siempre tuvo claro que no quería ser mamá, habían tenido hijos, mis primas todas eran mamás, incluso alguna como Lourdes ya va por el tercero y yo…

Sí, este era el panorama, ya más cerca de los cuarenta que de los treinta, situación económica muy saneada, un buen piso en una urbanización residencial dentro de la ciudad y bien comunicado y una vida en la que empezaba a tener esta carencia, que para algunas de las mujeres es muy complicada de gestionar.

Era carne de cañón, y en esta circunstancias, sometida a esta presión, que sentía por primera vez en mi vida, fue cuando creo que cometí el primer error de bulto de mi existencia.

Fue en estas condiciones cuando llego a mi vida Riky, era un año menor que yo, bohemio, vivido y vividor, su lema era “Carpe diem”. Era fresco, natural, espontaneo, sin dobleces ni tapujos, yo me dejé llevar, por primera vez en mi vida me olvidé de todo y de todos y poco después, solo unos pocos meses desde que nos conocimos lo hablamos.

—Riky, estoy muy a gusto contigo, me siento muy bien, yo diría que nunca me he encontrado con nadie, como lo estoy ahora mismo contigo, pero yo quiero algo más.

—No me jodas Ber, ya me habían dicho, que era raro que durásemos tanto tú y yo, que…

—¿A qué te refieres Riky?

—Pues a eso, que yo no iba a ser diferente a otros y antes o después te cansarías como te ocurre siempre.

—¡Cansarme!, ¿Quién habla de eso?

—¿A qué te refieres entonces?

—A mi lo de los papeles, pasar por vicaría y eso, es algo me importa un bledo, pero…

—No entiendo nada, ¿Entonces…?

—¿Has oído hablar de eso que llaman el reloj biológico?

El me cogió con ambas las manos la cara, me dio un tierno besos en la boca e interrogándome con la mirada a la vez que, con la voz, me preguntó.

—¿Quieres ser mamá de un hijo mio?

—¡Claro!, a eso me estaba refiriendo.


Solo un par de meses después, primero el predictor y después una analítica médica lo confirmó, ¡Estaba en estado!

Fue entonces cuando comenzó mi calvario, y yo durante mucho tiempo no entendí nada,

Sí, yo estaba desbordada, las hormonas me desquiciaban, el embarazó me descolocó del todo, pero…

Perdí la paciencia y a Riky le entraron todos los miedos y todas las dudas.

—¿Cómo es posible, que a la primera te quedaras embarazada?

Esa fue la primera frase lapidaria que me soltó, no recuerdo que le contesté, pero solo fue el comienzo.

—¿No entiendo, tanto interés de tu ex, por el embarazo?

Me soltó un día tras una llamada de Fran, mi anterior pareja, que me llamó al enterarse de la buena nueva.

Creo que mi respuesta fue tan vehemente, que esa noche durmió en el sofá, pero solo fueron algunos rifirrafes de las primeras semanas.

Un día después de varias una semana a cara de perro, comiendo, me suelta de golpe.

—¿Estás segura de que el niño es mio?

Él no terminó de comer en casa y, para mi comenzó toda una tortura.

Miles de mensajes, cientos de llamadas a horas intempestivas que no me permitían descansar y que sacaban lo peor de mí.

Sí, yo en mis respuestas, en algunas ocasiones no me quedé corta y, durante algunos días no supe encauzar el tema, hasta que un día al levantarme, mientras me lavaba la cara lo vi claro.

“Déjame en paz, prefiero criar a nuestro hijo sola, asumirlo como si fuera madre soltera y no volver a saber nada más de ti. Si sigues machacándome de esta manera te denunciaré, No quiero volver a saber nada más de ti”

Que ilusa, pensé que tras eso todo se zanjaría, él se olvidaría de mí, yo remataria mi gestación y comenzaría mi nueva vida con mi hijo, pero que confundía estaba.

Media hora después estaba aporreando la puerta, gritaba como un poseído y así continuaba cuando llegó la policía.

—¡Si te crees que te vas a quedar con mi hijo, estás muy equivocada!, ¡conozco mis derechos!

A través de las cortinas vi como se lo llevaba la policía esposado, a la vez que sonaba el timbre de la puerta.

—Buenos días señora, ¿está bien?

Era una mujer policia que solicitaba permiso para entrar en casa, junto a la vecina que los había llamado.

—Perdona la intromisión Berenice, pero lo vi tan violento, tan fuera de sí, que temí por la integridad tuya y de tu bebe.

—Te lo agradezco, de no llegar la policia, no se si le hubiera abierto y en las condiciones que he visto que estaba, podría haber ocurrido cualquier cosa.

La policía como mujer me asesoró y me recomendó ponerme en manos de un abogado para conocer mis derechos, disponía del mejor de ellos, mi propio padre.

Así supe de que si él reclamaba la paternidad, lo tendría complicado y como medida de tranquilidad para todos, me volví a vivir hasta que naciera el bebé a casa de mis padres.

Antes de nacer el pequeño Pelayo, aún tuve un encontronazo con su futuro padre, fue circunstancial en un centro comercial, delante de mucha gente y en presencia de mi madre.

Solicité una orden de alejamiento, era un paso que no quería dar, pero Riky cada vez que me veía se descomponía, estaba fuera de sí, se volvía loco y aunque no era lo que me hubiera gustado y hubiera preferido una familia convencional para mi pequeño, la vida en este sentido no ha sido nada generosa conmigo.

El pequeño Pelayo tiene ya cinco años, ya empieza a entender muchas cosas y desde aquel percance de Riky no lo he vuelto a saber nada.

Jamás reclamó su paternidad, lo que le hace un hombre libre y sin cargas, y por otro lado a mi me da cierta estabilidad.

A veces pienso que igual si lo hubiera afrontado de otra manera, tal vez en este momento…

—No seas ilusa hija, —me dice mi madre, cuando me pilla en este pensamiento—, los hospitales están llenos de mujeres que han dado segundas oportunidades, y no quiero ni pensar…, pero es rara la semana que no hay noticias más preocupantes al respecto.

Mi madre tiene razón, pero eso a mi no me sirve, Pelayo es un niño feliz, tiene en mi padre un referente paterno y mi hermano Lucas, es como un hermano mayor para él, sin embargo…

Sí, después de todo soy una mujer tradicional y en el fondo tengo esa pequeña sensación de fracaso, a pesar de ello, soy una persona muy feliz.

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