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Ágatha

Ágatha


Soy una persona absolutamente empática, siempre encuentro la manera de disculpar, a aquellas personas que de forma llamativa cometen errores en lo personal, social o profesional, pero ahora, después de cumplir los cuarenta años, soy consciente de que esto no lleva a ningún lado, que por ser cordial y amable, la gente se confunde contigo, te toman por tonta, y abusan de ti como persona, y sobre todo como mujer.

Pero todo cambia en la vida, una vez pasados los cuarenta, he decidió dar un cambio radical a mi vida.

Sí, fue aquí donde nació la nueva Ágatha y esa mujer amable y cordial, se ha vuelto analítica y sobre todo reivindicativa.

El pasado ocho de marzo, con motivo del Día de la mujer, por primera vez en mi vida, acudí a una manifestación, tomé conciencia de lo que es ser mujer como colectivo, y fruto de todo esto, hoy con la cabeza levantada, y la voz clara y alta, digo ¡Basta ya!

Sí, no puedo callar por mas tiempo, no puedo continuar con la continua mentira de mi vida, de mi existencia, de mi matrimonio.

Antes de escribir este relato, he hablado con mis hijos, he de confesar que muerta de miedo, y porque no decirlo, llena de vergüenza.

—Chicos, tengo que hablar con vosotros, —les dije esa misma noche al llegar a casa de la manifestación.

—Tú dirás mamá —me respondió sorprendido el mayor.

—¿Tan fuerte es mamá?, nunca te había visto en este plan serio.

Sí, soy consciente de que tomé un tono excesivamente serio, pero con ello conseguí llamar totalmente su atención.

Allí en apenas unos minutos, les puse al corriente de todo lo que aquí voy a contar, pero sobre todo conseguí un abrazó que me llenó de energía y una frase que me da fuerzas y me hacer pensar que acabo de tomar el camino correcto.

—¡Ya era hora mamá!, pensábamos que nunca darías el paso, muchas veces comentábamos que como era capaz de soportar tanto, de resignarte, con lo que tu vales, y las narices que tienes para conformarte a vivir de este modo.

Y sí amigos, esta es mi vida, y esta es toda la verdad sobre ella.

Siempre he sido una mujer un poco echada para adelante, aunque este mal decirlo, soy bastante resultona, mido algo mas de metro setenta y cinco, proporcionada, con una cabellera larga, pelirroja, y algunos dicen que de muy buen ver.

De joven viví como quise, mis padres estaban en permanente alarma conmigo, me gustaba vivir la vida intensamente, fiestas, volver tarde a casa, sí, ahora que tengo que lidiar con dos adolescentes, sé por lo que hice pasar a mis padres, por eso en el momento que por primera vez les presenté, a alguien que había entrado en mi vida, lo recibieron con gran alegría, pensando en que esto me ataría y alejaría de vivir, de esta forma tan díscola para su forma de pensar.

Sí, ahora se vive de otra manera, antes era una lucha de poder entre padres e hijos, hoy con mis hijos, yo lo vivo de otra manera, no lo llevo mal del todo, pero no por ello dejo de preocuparme y, hasta que no oigo la puerta de casa abrirse a media noche cuando salen, no consigo conciliar el sueño.

He de reconocer que para mis padres, fue una especie de liberación conocer a Richi. Era universitario, a punto de terminar su carrera de psicología, simpático, amable y con su cara de niño bueno, se los ganó a la primera de cambio.

Cada vez que hacía de las mías, y esto solía consistir en salir con mis amigos y volver a las tantas, al día siguiente, aun teniendo el resacón de mi vida, recibía la llamada de mi madre y su consecuente regañina.

Desde muy pronto tras irme a vivir con él, mostró su cara real, no me gustaba, pero ingenua de mí, pensé que lo podría cambiar, y tras casarnos, lejos de mejorar, fue a más.

Los niños se llevan algo menos de dos años, ahora ya el pequeño es mayor de edad y el mayor ya cumplió los veinte son mi gran apoyo, pero cuando eran apenas unos bebés…

Aún no había nacido el mayor cuando me dio el primer bofetón tras un ataque de celos, ni que decir tiene que para entonces, lejos de haber logrado mejorar, aquello que no me gustaba de él, era Richi el que había conseguido domarme a mí, y convertirme en la mujer que él quería para su casa, ama de casa, sin amigas y sin ningún otro incentivo que cuidar de los míos y visitar a mis padres, que lejos de ser para mí un alivio, era toda una tortura, eran sus cómplices más feroces, bueno sobre todo mi madre, mi madre me hacía pequeños guiños, en alguna ocasión me mostró su comprensión, pero a dónde iba yo, con un poco de compresión.

Martín, el pequeño aún no andaba, debía de tener alrededor de un año, cuando hastiada de su indiferencia, de sus malos tratos verbales y su mano larga, tomé la decisión, saqué algo de dinero que tenía ahorrado y con mis hijos de la mano y su cepillo del pelo, me fui a un laboratorio y los hice una prueba de ADN.

No, yo no tenia duda alguna, desde que conocí a Richi, todo los demás hombres desaparecieron de mi vida, mi interés se había centrado exclusivamente en uno, en él, y maldita la hora.

Esa noche me gané la primera de muchas palizas, lejos de tranquilizar los celos, y que la cosa se calmara…

—Eres una golfa, ¿en que lugar me has dejado?, ¿Qué pensará esa gente de mi?, como transcienda algo de esto…

Sí, todo esto era, mientras recibía golpe tras golpe, afortunadamente los niños dormían o eso al menos creía,

Durante años fue la rutina, su comportamiento ante un mal día de trabajo o cualquier otra contrariedad, yo era la persona con la que pagaba sus frustraciones,

Sí, traté de hablar con mis padres, pero cuando llegué a su casa, el ya estaba allí, había dado la vuelta a todo, incluso había justificado mis moratones, por las malas condiciones en que había llegado a casa, supuestamente tras una noche de juerga.

Esa primera vez juré que no volvería a humillarme, deje de tratar con mis padres, no, no rompí con ellos, pero si que me distancié, fueron meses muy duros hasta que un día mientras Richi trabajaba, vino mi padre a verme y nos sinceramos, de la misma manera que yo estaba bajo el yugo de Richi, él lo estaba de mi madre, y ahora a la vejez…

Me pidió compresión y que no fuera excesiva con mi madre, yo no la he comprendido nunca, pero con el tiempo y más ahora que está con la maldita enfermedad del Alzheimer la he conseguido perdonar.

Tuve claro que lo primordial para mí, en ese momento, era sacar a mis hijos adelante, mi labor de madre era fundamental, pero también tenía que volver al mercado laborar, ser una mujer independiente y capaz de subsistir sin depender de nadie para ello.

También era conocedora de que en el que caso que todo explotará, de que no fuera capaz de seguir soportando esta situación, en mis padres no iba a tener unos avales y para ello, fui guardando pruebas, fotos, grabaciones, incluso algún certificado médico, que aunque mentía diciendo que me había caído en el baño o me había golpeando limpiando, tras resbalar con el suelo húmedo, esto acompañado de algunos archivos de voz, ante la autoridad competente, al menos crearían la sobra de la duda, ya que mi marido, un respetado, admirado y querido psicólogo, no sería capaz de tener este comportamiento tan brutal conmigo.

Sí, mientras los niños fueron pequeños, fue muy duro para mí, era casi un continuo, sus groserías, sus voces, sus manotazos por cualquier causa, pero fue el día que el pequeño hizo la primera comunión, por la noches al volver a casa, cuando Richi con una copa de más, me levantó la mano, Martín el pequeño, se la cogió al vuelo y mirándole a la cara muy serio, le dijo:

—Sí vuelves a hacer eso, y yo te veo, te juro que espero a que estés dormido y…

Yo me lo tomé como una bravuconada del pequeño, pero para Richi fue un antes y un después, claro que tuvo muchos impulsos de levantarme la mano, pero se controlaba, y en cuanto me elevaba la voz, y yo le hacía un gesto de que los niños nos podían escuchar, se achantaba y se moderaba.

Los últimos diez años, han sido tranquilos, le convencí para que no pusiera objeción a que entrara en una bolsa de empleo en la Seguridad Social, a escondidas, me preparé, hice cursos, módulos de formación y hoy en día tengo mi puesto de trabajo fijo. Sí, estaba resignada, a que nuestra vida en común siguiera en este plan, pero hace un par de semanas, volvió a casa con una copa de más y ante la ausencia de los chicos…

No, no paso a mayores, me elevó la voz, quería bronca, de mi no obtuvo respuesta, me levantó al mano, pero yo se la cogí, y a punto estuve de romperle la muñeca, en un momento me serené, y encarándome a él verbalmente le dije:

—Toda la vida me has hecho sentirme una mierda, me has menospreciado, mientras que yo me he dedicado en cuerpo y alma a ti, me has vejado, me has llegado a violar, me has maltratado, psíquica y físicamente, pero esto ha llegado al final.

Me encerré en la habitación, desde allí le oí llorar como un niño, pero su llanto no me compadeció, ya no le he permitido compartir cama conmigo, ni tan siquiera entrar en el dormitorio estando yo dentro.

Tras la manifestación del día ocho y hablar con mi hijos, le he pedido que se marchara de casa, bueno lo que realmente le he dicho, es que se marchaba él, o me marchaba yo.

Hoy es la primera noche que pasaré sola aquí, bueno sola no, con mis hijos, que han tenido muy claro, que se querían quedar a vivir conmigo.

Aprovechando que ellos están fuera, escribo este relato, soy consciente de que le podía haber hecho mucho daño, que el sabe que tengo pruebas contra él, pero que, por encima de todo, están nuestros hijos, y por ellos no lo voy a hacer.

Yo quiero que ellos tengan, un padre y una madre a los que poder acudir, que el que nosotros al final nos hallamos separado, a ellos, aunque ya son mayores de edad, les influya de la manera mas suave posible, pero ante todo y tras haber criado y educado a mis hijos, soy mujer, soy joven, independiente, en lo personal y en lo económico y a pesar de errores cometidos en el pasado, me merezco andar a la búsqueda de mi propia vida y sobre todo de mi felicidad.

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