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Jennifer

Capítulo XXI

Jennifer




A penas había cumplido los 24 años, cuando su vida fue segada, por esa fatídica razón, de que alguien consideraba que era de su propiedad.

La historia de Jennifer es como tantas otras, a los quince años según su etnia, era apta para casarse, según ella, además estaba locamente enamorada del Richard, diez años mayor que ella y que estaba de vuelta de todo prácticamente, coqueteó en su juventud con algunas sustancias, y para poder costeárselo, hizo muchas cosas en contra de ley.

Durante algún tiempo pudo sortear con fortuna su ingreso en prisión, pero la ley por tardona que sea, al final es implacable, y ya para entonces algo tenía con la ley, aunque condenas menores, todas ellas menos una, se iba librando, pero llego el día en que al simple robo de un bolso al tirón, se le sumo una condena mucho más grande, ya que el tirón provocó la caía de la perdona atacada, y la ocasionó gravísimos daños. A punto estuvo la victima de fallecer, fue un fuerte golpe en la cabeza, en el hospital en estado de coma estuvo cerca de tres meses y esto supuso una condena, que le envió directamente a la cárcel por este hecho, y a la vez a esta se e sumaron esas otras pequeñas condenas, que ahora, de manera inexorable sumarían muchos meses más a su estancia ente rejas.

Era algo previsible, algo que estaba en todas las quinielas, en estos casos las mujeres guardan fidelidad y absoluta veneración a sus hombres encarcelados, pero que a pesar de ser esta la voluntad más absoluta de Jennifer, en una de esas visitas colectivas al Richard en la cárcel, conoció a su cuñado,

el Junco, un chaval de su edad, con dos hijos fruto del matrimonio con la hermana del Richard.

En estas cosas, el ser humano no tiene voluntad propia y mucho menos férrea, como para negar lo evidente.

En solo unas semanas, la vida de Jennifer dio un giro de 180 grados, se enamoró perdidamente del Junco y él al mismo tiempo de ella.

Cuando fueron consciente de todo esto, y antes de que supusiera algo grave, ya que para ellos, esto es algo que no está permitido y por supuesto ni se entiende, ni se perdona, teniendo la cobertura de solo unos pocos de sus seres más allegados, una noche hicieron las maletas, metieron en ellas las cuatro cosas imprescindibles para arrancar una nueva vida y antes de que el alba, venciera a la noche, salieron a hurtadillas fijando su domicilio en un pueblo no muy lejano.

Sí, la distancia, y el tiempo, lo aplaca todo, “tiempo al tiempo” es muchas veces la mejor solución para que temas como este, pasen al olvido.

Durante un par de años, todo parecía tener una normalidad absoluta y fue entonces cuando se produjeron los hechos.

Durante este tiempo, tanto Jennifer como el Junco, habían tenido contacto con sus familiares más directos, Jennifer lo había hecho de una manera un tanto más clandestina, sobre todo aprovechando la oscuridad de la noche.

Durante el último invierno, estas visitas a sus familiares se produjeron con relativa frecuencia, pero el invierno es eso, vivir la vida de puertas hacia adentro, ya que después de las ocho de la tarde, la gente se encierra en sus casas y las calles quedan desérticas.

Es aquí donde debo aclarar, que los padres de Jennifer y los del Richard, viven en bloques próximos, los portales se hayan uno frente al otro y desde las ventanas de ambos pisos, se aprecia perfectamente la entrada a los mismos desde la calle.

Así ocurrió a principios del verano, cuando la joven visito a su familia a media tarde y su madre la arrastró hasta la cocina sin mediar palabras.

—Jeni, ¿estás loca?, ¿es que no te has enterao?

—Enterarme ¿de qué?, ma.

—El Richard esta libre y anda viviendo con los pares.


La joven no supo reaccionar, solo se echó a llorar lanzándose a los brazos de la madre.


—¿Crees que me habrá visto?, ¿igual ya sabe que ando por aquí, ¿qué hago?

—Ya sabes cómo son, se tiran media vida en el balcón, al venir, ¿no te has fijao?

Ma, sabes que yo agacho la cabeza y entro corriendo sin fijarme en nada ni en nadie.


La madre se agarró a la hija y sacando fuerzas de flaqueza le dijo:


—Tú tranquila, que tu familia no te dejará sola ni un momento.

—Pero ¿qué hacemos ma?

—Eso déjalo de mi cuenta, ahora vamos a actuar como siempre, tomamos nuestro café de puchero y nos ponemos al día.


Así fue como pasaron en familia la tarde, en la casa se encontraban las dos mujeres y la hermana pequeña de Jennifer, Kata, fue una tarde de esas que gustaban gastar, pese al respeto a la madre y mantener al margen esas conversaciones que por consideración a los mayores no se tocan, las tres mujeres se pusieron al día y en un momento en que la madre dejó a las dos jóvenes solas, para hablar por teléfono, las dos hermanas hablaron de todas esas cosas que no podían hablar delante de la madre.

—Jeni, creo que estoy embarazá de nuevo.

—No jodas Kata, ¿es que no sabes lo que son los preservativos?

—Ya sabes, el Charly…

—Si al Charly no le gusta ponerse camiseta, deberías ir tú a planificación y que te den o te pongan algo.

—Sabes que el Charly, eso no lo ve bien.

—¿Entonces?

—Será lo que tenga que ser.

—Sí claro y si eres una coneja, te harás con una docena de chiquillos.


La hermana pequeña se encogió de hombros y dijo.


—Jeni, será lo que tenga que ser, lo que Dios quiera.

—Creo que Dios, tiene poco que decir en eso, ¿lo sabe la ma?

—Aún no se lo he dicho, se lo diré un día de estos, pero ahora lo importantes eres tú, ¿Cómo va todo con el Junco?

En este juego de preguntas y respuesta, fue cuando la matriarca volvió y las conversaciones volvieron a los cauces establecidos, hasta hacerse de noche.

Entonces se hizo la hora de marcharse, en ese momento la angustia se apoderó de las tres mujeres, sobre todo al recibir el mensaje del Junco:

  • Ya estoy donde hemos acordado.

  • Dame quince minutos.

  • No tardes, que hay novedades.

  • No me inquietes, ¿Qué pasa?

  • Seguro que ya lo sabes, es lo del Richard

  • Por eso te pido que tengas un poco de paciencia.

  • No tardes por favor.

  • Enseguida estoy contigo amor.


—Kata, asómate al balcón con cuidado y mira si hay alguien allí.


La joven salió de la cocina y apartando despacio y muy cuidadosamente la cortina, miró al balcón que os pisos por encima tenía enfrente.

Un sudor frio le recorrió la frente y un frío sobre natural la abrazó.

Cuando volvió junto a las otras dos mujeres, estaba destemplada con el rostro desfigurado y pálida como la blanca pared alicatada e la cocina.


—Kata, ¿qué pasa?

—¡El Richard está en el balcón!

—Ya lo presuponía yo, siempre están, pero a él no lo había visto hasta ahora.

—¿Crees que me ha visto llegar ma?

—No lo sé Jeni, pero igual si no ha sido él, ha sido otro de ellos.

—De lo que estoy segura es que está vigilando.

—Kata, ¿a qué viene eso?

—No preguntes, pero creo que me ha visto y…

—Y qué, no me generes más angustias, ¿qué ha hecho?

—Ha levantado el dedo índice y ha simulado…

—¿Qué hago má, que hago?


Fue aquí, donde creo que tomó una mala decisión. Fue como hacer un anuncio.


—Kata, coge la bolsa de la basura y bájala, yo miraré mientas y veo que hacen.


La madre miraba atentamente cualquier movimiento en el piso de enfrente, y lo que vio no le gustó nada, pero ella debía ser fuerte y no inquietar más a su hija, que se hallaba en la cocina muerta de miedo y con los nervios a flor de piel.

Cuando volvió Kata a la casa, anunció lo que iban a hacer:


—Venga, vamos, yendo las tres juntas hasta donde está el Junco, no creo que se atreva a hacerte nada.


Fue así como las tes mujeres salieron del piso, iban en silencio, con el alma encogida, Jennifer temblorosa y con el cuerpo sudando. Kata mirando a todos sitios, atenta a cualquier movimiento raro, a que alguien apareciera tras alguna columna de los soportales, la madre con la vista al suelo, y acelerando el paso, tratando de llegar cuanto antes al lugar concertado con el Junco.

Entonces, algo pasó silbando a su lado, las mujeres apretaron el paso algo más si era posible, pero un segundo silbido y Kata caía al suelo, tras ella la ma, y por último le llegó el turno a la propia Jenifer.


Unos minutos después, todos los digitales, abrían, con la siguiente noticia:


Tres mujeres de etnia gitana han sido tiroteadas por la expareja de una de ellas, la que fue su mujer quedó tenida en el suelo, murió al instante, la hermana pequeña de esta fue trasladada al hospital Rey Juan Carlos I de Móstoles, donde está ingresada en estado muy grave, con pronóstico reservado. La madre de ambas jóvenes permanece también ingresada en estado grave, aunque los médicos no temen por su vida.


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