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Anduriña

Capítulo XXII

Anduriña



Mi nombre es Anxo, como podréis adivinar por el, soy gallego, toda mi familia desde que tengo uso de razón es de aquí, y así lo testificaba orgulloso mi padre y el padre de mi padre.

Mi abuela materna, mantenía con vehemencia que los nombres que se les ponía a los niños hablaban muchos de ellos, yo a mis sesenta años, la verdad no había encontrado mucho sentido al mío, pero ahora sé que tenía una razón, y no es otro que escribir esto, para preservar la memoria de mi hija Anduriña.

Anxo, en su traducción directa en castellano, es Ángel y significa mensajero y hoy lamentablemente tengo que contaros la historia de mi hija pequeña, Anduriña, mi pobre golondrina, que tan joven dejó de volar.

El día que nos presento a Xoán, un escalofrío me recorrió toda la espalda al tiempo que le daba la mano.

Cuando más tarde en la intimidad del hogar lo recordaba, mi mujer salió en su defensa.

—Ya estamos Anxo con tus cosas, Xoán es un buen hombre, tal vez algo tímido, un poco calzonazos como se dice por aquí, pero un buen hombre.

—A mí no me parece un hombre transparente, no me gusta nada —, dijo mi hija la mayor Carme, que nos había acompañado a casa antes de marcharse a sus cosas.

—Bueno, se acabó, dijo Anthía mi mujer, dando por zanjado el tema del nuevo yerno, al que apenas sin conocer, ya le estábamos negando cualquier oportunidad de ver cómo era y que se sintiera integrado en la familia.

Yo además tenía mis prejuicios, era un hombre más cercano a mi edad, que a la de mi hija y una familia cercana que había creado años atrás, aunque ahora nada tenían que ver con él, y ni siquiera había ningún tipo de contacto.


Ahora llega a mi memoria este recuerdo nítido, como si acabara de suceder, y es que como decía mi madre, “tengo que saber el día en que me voy a morir”,

Hoy más que nunca sé que debo déjame llevar por mis presentimientos, y hacerme fuerte para defenderlos con mayor vehemencia.


En principio todo parecía funcionar muy bien, el cuidaba y mimaba a mi hija, hasta hizo una casa al gusto de ella, entonces fue cuando se fueron a vivir juntos y pocos meses después, ante el evidente embarazo de su primer hijo, pasaron por la vicaría.


Sí la sorpresa ha llegado diez años después, y yo sin apenas darme cuenta de nada.

Un día al llegar a casa, las pillé a las tes en al cocina, como tantas otras veces, pero en esta ocasión ante mi presencia, percibí un silencio cortante, como si las hubiera pillado en una conversación, de la que no querían que yo me enterara.


—¿Qué ocurre, ha pasado un ángel?, o ¿he llegado en un momento inoportuno? — dejé caer.

—Tú siempre con tus tonterías, siempre pensando que te ocultamos cosas o conspiramos a tus espaldas. —saltó mi mujer algo nerviosa.

—¡Basta ya mamá!, papá…, —se atrevió a continuar Anduriña, —papá debe de saberlo todo, antes o después será de todos modos algo público.

—Pero ¿estás segura hija?, a veces nos dan calentones y tomamos decisiones, de las que luego nos arrepentimos.

—Bueno, ¿qué es lo que está ocurriendo aquí?, —intervine nuevamente en la conversación.


Anduriña bajó la cabeza, fue entonces cuando su hermana Carme, tomó la palabra por primera vez.


—Papá, en casa de Anduriña las cosas no van tan bien como nos hacen creer, ella lo está pasando, muy mal y anda pensando…


Fue entonces, cuando levantó la mirada, me miró de manera fija a los ojos y me soltó, casi de manera desafiante:


—Papá me voy a separar de Xoán.

—¿Qué está pasando?

—Mi Mario ha cambiado, ha cambiado mucho, ya no es lo que todos creéis, poco a poco se ha ido convirtiendo en un hombre raro.

—Raro ha sido siempre, callado, apocado, simple.

—Un huevazo, —apostilló Anthía.

—Para mí es un desconocido, apenas lo reconozco, —nos sorprendió Anduriña con su comentario.


Mi mujer la cogió e la mano, yo la sujeté de la barbilla con la mano, levantando la cara y mirándola a los ojos, le dije.


—Hija, lo que decidas para mi está bien decidió, aquí tienes a tu familia y tu casa para lo que necesites.


Entonces Anduriña se echó a mis brazos y rompió a llorar desconsoladamente. Cuando pudo hablar, aún ente sollozos, me respondió.


—Eso es justo lo que necesitaba oír papá, estaba decidido, pero saber que tengo vuestro apoyo, me dará las fuerzas necesarias para dar el paso,

—Somos la familia y para eso estamos, para lo bueno y lo malo, pero sobre todo para lo segundo, sabes que la casa no es grande, pero nos ajustamos un poco y aquí…

—Por eso no te preocupes, yo no me voy a mover de mi casa, es la casa de mis hijos y sé que la ley en esto está de mi parte.


Sí, seguramente que yo aún esté un poco chapado a la antigua, peo creo conocer la esencia del ser humano y sobre todo, sé mucho del orgullo del hombre y sabía que esto no iba a gustar.

Así fue como comenzó todo, como se abrió una guerra ente ellos y por extensión ente las familias.

En esta guerra nadie ganaba, se trataba simplemente de hacérselo difícil al otro y todo comenzó a adquirir un tono, muy preocupante.

Mi hija llegaba llorando a casa, que si mira lo que me ha dicho, que si mira lo que me ha hecho,

Yo trataba de apaciguar las cosas, de tratar de relativizar las cosas, y en esta labor de mediador, incluso tuve una larga conversación con Xoán,

De esta conversación solo una idea quedó clara, el hasta entonces mi yerno, era un auténtico desconocido para mí, me encontré ante una persona desquiciada, fría, calculadora y que solamente tenía dos ideas claras, casi obsesivas en su mollera.


—Anxo, soy como una fiera herida, hasta hace poco tenía dos cosas, mi familia y mi casa, y tu hija se quiera quedar con ambas, ¿qué harías tú en mi casa?, ¿acaso no defenderías lo que es tuyo?, yo solo defiendo mi casa y mi familia.

—Mira Xoán, yo no hago la leyes, las cosas son como son y así debemos de entenderlas, no crees que es mejor tratar de arrimar todos el hombro y que las cosas sean más suaves y llevaderas para todos.

—Yo lo único que sé, es que he dedicado los últimos diez años de mi vida a mi familia y a construir mi casa y ahora llega la…

—Sí Anduriña ha tomado esta decisión, debe ser porque tú la vida fácil no se la hacías, ¿no crees?

—Las mujeres nunca están conformes con nada, siempre piden más y más, y te dejas llevar y arrastrar por ellas o te vuelves loco. Aquí no soy yo el único culpable.

—No busco, ni señalo a nadie como culpable, pero por esos niños, ¿no sería mucho mejor llevar las cosas de otra manera?

—Solo te digo una cosa, es mi casa y son mis hijos y quien se ponga por medio…


Así fue como terminó aquella fatídica conversación, ahora todas y cada una de las palabras, bombardean mi cabeza incesantemente.

No, las cosas no se recondujeron, era una lucha constante, si uno decía algo inapropiado, el otro trataba de superarlo, la tristeza nos embargó a todos y nosotros tratamos de proteger a mi hija como nos era posible, no la dejábamos sola nunca, la acompañamos a todos lados, de ese modo, Carme se trasladó a vivir con su hermana para no dejarla sola ni un momento y cada vez que salían de casa, Anthía procuraba estar disponible para acompañarlas, de este modo se acercaba a casa de Anduriña, para llevar a los niños al colegio, para devolverlos, para ir al médico, al supermercado, mi hija no estaba nunca sola y tal vea esto…

Sí una mañana mientas esperaban a la pueta de la casa, mi mujer y mis dos hijas, a que los niños salieran para ir al colegio, se presentó Xoán de manera repentina e inesperada.

Las tres mujeres se pusieron de jarras, para tratar de presentar batalla, pero esta vez no hubo discusión, solo hechos.

Mi exyerno, fue hasta la parte de atrás de su coche, abrió el maletero, sacó una escopeta, y sin mediar palabra alguna, me dejó solo con mis nietos.

Allí se acabaron discusiones y problemas, allí mató de una manera execrable a mis dos hijas y mi querida esposa Anthía, los niños desde la ventana del piso superior, pudieron observar cómo su padre se convertía en el asesino de su madre y horrorizados, no cejaron de gritar hasta que un vecino que se percató de la situación, y los alejó de allí llevándoselos a sus casa.

A mí la vida me ha dado el revés más grande de mi existencia, ¡me ha arrebatado!, todo cuanto había construido durante décadas.

Ahora solo me queda la tristeza, los recuerdos y esas dos criaturas a las que tengo que sacar adelante y la única motivación para seguir en la lucha

Ante ellos debo mostrar una fortaleza de la carezco, unas ganas por la vida que ni yo mismo me creo y tratar de normaliza su existencia, cuando ni siquiera soy capaz de normaliza la mía propia.

No la vida no siempre es justa, y en mi caso ha sido además muy cruel.

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