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Covadonga

Capítulo XXVI

Covadonga





Soy asturiana y muy orgullosa de ello, como podéis imagina por mi nombre, nací en el seno de una familia bastante tradicional, pero yo desde temprana edad, rompí los moldes.

Soy mujer muy lanzada, en cuanto a lo físico, como dice mi madre, soy una mujer del montón, ni baja ni alta, ni delgada ni gruesa, pero, sobre todo, nunca dejo indiferente a nadie.

De mi cabello ni hablo, lo he llevado de todos los colores imaginables, corto, largo, melena francesa, cortes atrevidos, todo según momento y estado de ánimos, pero si por algo se me recuerda, es mi sonrisa abierta y espontánea y sobre todo por mi gran capacidad, por empatizar con todos.

En mi juventud, fui rebelde, trasgresora, feminista, y nada se me ponía por delante que no fuera capaz de encarar.


Durante años me sentí un ser libre, siendo muy joven me puse a trabajar, en cuanto pude independizarme, lo hice, más que nada por no tener que rendir cuentas a nadie, ni involucrar a nadie en esa manera libre de llevar mi vida.

En lo sexual, desde casi cuando era una niña, tuve claro el concepto de libre sexualidad, sin diferencia de géneros, y dado que soy una persona muy fogosa en lo sexual, esta fue una de las causa principales por las que me independicé, poco después de cumplir mi mayoría de edad.

Durante casi una década, mi casa fue visita por multitud de amigos y amigas, mi cama, no se quedó atrás.

Aunque tengo muy clara que soy una mujer heterosexual, a esta evidencia no se llega simplemente por convencimiento.

Sí, por mi cama pasaron muchos hombres, peo también alguna mujer, en solitario conmigo o en otro tipo de juegos sexuales, el imperio de los sentidos me arrastraba.

Desde siempre he tenido muy claro, que la sexualidad, nada tiene que ver lo afectivo, ni con los sentimientos.

Nunca estuve interesada en mantener relaciones de pareja, al menos al modo clásico, claro que tuve amantes fijos y en algunas ocasiones, más de uno a la par, pero jamás creí en el amor único, en eso que nos gusta llama la media naranja, o el amor para toda la vida.

Si soy mucho más pragmática, creo en el momento, en lo que se siente y se vive con intensidad y el resto ya se irá viendo.

Cuando tuve ciertas garantías económicas, hubo una idea que se fue haciendo fuerte en mi interior, estaba cercana a la treintena, según algunos, es eso denominado. el reloj biológico, pero lo cierto es que, en mí comenzó a hacer mella, eso de querer vivir la maternidad.

Al comienzo eran pequeñas señales, yo misma me sorprendía haciendo carantoñas a cualquier bebe extraño, o dedicando una de mis mejores sonrisas a un bebe en su carrito, que tenía frente a mí en el metro.

En un principio, me sorprendí a mí misma no desechando la idea, fue algo muy progresivo, después comencé a sopesarla, a tratar de analizar pros y contras de la situación, para finalmente optar por ser madre a corto plazo.

Una vez que tenia muy claro esto, comenzó otra preocupación, ¿cómo lo iba a llevar a cabo?,¿cómo encontrar el padre adecuado para mis hijos.

Todo esto fue un proceso lento, muy sosegado para lo que soy yo normalmente, nunca en este proceso entró la posibilidad de supeditar mi existencia a un hombre, para este fin, quería ser madre soltera.

Tuve alguna oferta de amigos con el mismo anhelo, el de ser padres, pero había algo que, desde el punto de vista de perdida de libertad, me hizo desechar esta posibilidad.

Si, opté por ser madre en solitario, educar a mis hijos yo sola en libertad y sin contar con ningún tipo de coautoría, ni en lo emocional, ni en lo económico.

Durante meses estuve sopesando acudir a un banco de espermas, era lo más seguro en este aspecto, lo que seguramente más garantías me ofrecía en mis objetivos, pero tenía una gran traba.

Sí era todo muy anónimo, desde la genética, hasta cualquier otra circunstancia.

Una mañana me levanté con el puzzle completo, con las ideas muy claras y maduras.

Escogería al padre de mis hijos desde el punto de vista más primitivo, los candidatos deberían ser personas sanas, inteligentes, el físico en este caso era secundario, pero obviamente a nadie le amarga un dulce, y sin entre los posibles candidatos conseguía alguien, atractivo, inteligente, sano física y mentalmente y, que además su actitud vital, su manera de comportarse; tanto en lo privado, como en lo social, encajaba con mis predilecciones, sería el perfecto candidato.

No tenia prisas, pero con las cosas claras, me dediqué un poco de tiempo a observa, a analizar, a estudiar a los posibles candidatos y entre ellos escoger al adecuado.

Así fue como nacieron mis hijos Lucia y Lucas, entre el nacimiento de ambos, apenas hay dos años de diferencia, sus padres nunca fueron conocedores de su paternidad y si en algún caso lo sospecharon, a mi jamás me lo hicieron saber.

Sí, durante dos décadas ellos han sido todo para mí, mi ilusión, mi esfuerzo, mi dedicación, mi vida al completo.

“Pero cercana a los cincuenta y con el fuerte sentimiento del nido vacío, mi vida cambió radicalmente, la mujer echada para adelante, progresista, independiente, de pronto me encontré sola, sin alicientes para luchar y me llené de miedos”.

Durante las noches y antes de conciliar el sueño, todo eran fantasmas, y la inseguridad era mi estado vital más habitual.

No soy muy capaz de explicar con palabras, el estado en el que me encontraba a veces era la sensación de estar sin batería, otras que estaba sin metas, que mis objetivos estaban cumplidos, y ahora mi vida ya no tenía mucho sentido.

A punto estuve de caer en una depresión, pero al final logré esquivarla, pero este proceso era agotador y de aquellos momentos de bajón, me vino un fuerte decaimiento físico, y llegaron algunos achaque, todos los astros parecían señalarme, me llegó el climaterio, la descalcificación de huesos, los dolores de espada, el cambio hormonal, un importante bajón vital, que aunque esperado, me pilló tan indefensa, tan incapaz de gestionarlo, que hay una Covadonga anterior y otra posterior, a esta situación.

No, no es que mis hijos se olvidaran de mí, ni mucho menos, pero ellos comenzaban a vivir a tener vidas plenas e independientes y yo sobre todo en las noches solitarias y largas, es dónde se ejecutó todo este cambio.

Sí fue en este momento cuando entró en mi vida Félix, hombre tranquilo, serio, de gesto adusto y de dar la impresión de estar cabreado con el mundo entero, de una manera constante.

Éramos de la misma edad, nos conocimos en un lugar tan poco romántico como la consulta del psicólogo, tal vez fue esto lo que nos unió, nuestras miserias.

Era un buen hombre, pero muy poco en común, salvo coincidir en este momento vital los dos, yo pasaba por esto de un modo puntual, mienta en él, esto era su estado de ánimo habitual, era un pobre hombre, acomplejado, sin aspiraciones en la vida, sin absolutamente ninguna ilusión por continuar.

Yo fui su tabla de salvación, pero que confundida estaba. En un principio yo pensé que a la vez el seria la mía, ¡que lejos de la realidad!

Salí como siempre, enseguida resurgió la mujer peleona, la luchadora.

No, no volví nunca, a ser lo que era, pero asumí, mi edad, mis circunstancias, mis limitaciones y tiré para adelante afrontando con ilusión la nueva etapa.

El fue incapaz de seguirme, ni mucho menos aferrarse a mí y salir juntos los dos a esta nueva etapa.

Se vino abajo, se acomplejo y lo que es peor, se refugió en el alcohol y comenzó a beber.

En principio era un borracho bondadoso, una especie de niño grande y que, al día siguiente, después de volver borracho o alegre a casa, se deshacía en pedir perdón y tratar de buscar mi complicidad y empatía.

Pero el alcohol, como todo aquello que nos hacer crear paraísos paralelos, nos llevan a arenas movedizas y una de esas noches.


Sí, lejos de volver el hombre apocado y tímido, volvió la fiera que todos llevamos dentro y, lo que es mucho peor, a mi me pilló totalmente desprevenida.

Sus ojos irradiaban odio, su cara enrojecida de ira, mis oídos no querían creer lo que salió por su boca.

Con el paso del tiempo, pienso que tal vez alguien le había estado calentando, que probablemente en el bar habían metido cizaña.

Me tuve que enfrentar a un monstruo, a un ser totalmente desconocido, que pese a conocer toda mi vida, en primera persona, contada en mi propia voz, me dijo todo menos bonita.

En él creía haber encontrado el compañero para mis próximos años y de su boca salieron auténticas barbaridades.

Quizá con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que tal vez, el estilo de vida que escogí muchos años atrás era un agravio para mucha gente.

Fui una mujer muy avanzada a la época y eso para algunos hombres fue algo imperdonable.

Lo más suave que salieron de su labios, fue la palabra puta, se le llenaba la boca.

Aún hoy en día me resuenan sus palabras en los oídos:


“Puta, que es lo que eres, una gran puta, que ni tan siquiera sabes quienes son los padres de tus hijos, de tantos como han pasado por tu cama”


Mi cara debía ser todo un poema, de la incredulidad de escuchar en la boca del ser amado, de ese en el que depositas toda tu confianza, palabras de calibre tan grueso.

Eso debió de ser el detonante definitivo, a cada palabra que salía e su boca, se encendía más, a cada frase gritaba más fuerte, a cada nuevo impulso, lo veía más desencajado, hasta que lo mande a la cama a dormir la mona.

Fue entonces cuando ya perdió los nervios, primero fue un empujón, después…

Suerte que llegó mi hija Lucia que, al oír los gritos, abrió la puerta con sus llaves, que normalmente no utilizaba y justo cuando estaba a punto de golpearme con un candelabro de bronce en la cabeza, lo sujetó con las dos manos y de un empujón lo tiró al suelo.

Allí en el suelo, permaneció llorando durante un par de hora como un niño chico, era angustioso oírlo, después se fue calmando, yo esperé pacientemente que se recuperara y poder hablar como él, seres civilidades, pero no, cuando por fin cesaron los sollozos, comenzaron los lamentos, y luego…

Sí repitió la palabra perdón cientos, miles de veces. Se incorporó y, con la cabeza gacha, sin tan siquiera mirarme, abandonó mi casa definitivamente.

No, no lo denuncié, bastante tiene con sobrellevar la vida que lleva, desde entonces salvo que mando a alguien a recoger sus cosas, no he vuelto a saber nada de él, dicen que se fue de la ciudad, pero la verdad, ni lo sé ni me importa.

Mis hijos en un principio insistieron mucho en que lo denunciara, durante algún tiempo lo dudé, pero la verdad a parte el mal rato pasado, no tuve ninguna lesión, gracias a la llegada imprevista de mi hija, y de cualquier manera tampoco tenía pruebas que acompañaran a mi denuncia.

Desde que ocurriera este episodio, mis hijos están mucho más encima de mí, esto me ha dado mucha más seguridad.

Claro ya no soy la jovencita de veinte años que vivía la vida a mi antojo, tampoco tengo la vitalidad de entonces, pero os puedo asegurar que sigo viviendo, a mi manera.

Sí, tengo mis amigos, alguno se queda a pasar la noche conmigo y a estas altura de mi vida y pasado lo pasado no renuncio a que algún día llegue ese hombre, que sea el inquilino perpetuo de mi cama y mi corazón.

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