top of page

Magdalena

Capítulo XXVII

Magdalena



“Del toro manso me libre Dios, que del bravo me libro yo”

Este refrán me lo ha repetido mi madre hasta la saciedad, yo como tantas otras cosas que me decía, lo echaba en saco roto y ahora…

Al menos lo puedo contar, han pasado meses desde que acontecieran los hechos, casi cinco años y de nuevo la sonrisa ha vuelto a mi cara.

Cuantas noches desveladas en las que una pregunta me ha torturado de manera incesante, ¿Qué he hecho mal?, ¿en qué me he confundido?

Sí, fueron muchas las noches, para mí eran una eternidad, noches largas, densas, dónde no había nada de luz, solo tinieblas que a punto estuvieron de acabar con la poca cordura que me quedaba.

Tal vez debería retrotraerme muchos años atrás, comenzar por dar un sencillo perfil de mi persona, para que podáis entender los hechos a los que me vi abocada, y que de ninguna de las maneras había previsto.

Creo que mi vida, hasta los veinte años aproximadamente fue de los más normal, amigos, familia, protegida, cuidada, mimada.

Pero comencé a volar, lo hice muy deprisa, de manea intensa, con ansias por comerme el mundo, pero como tantas veces y ante la prepotencia de mi juventud y mi recién estrenada libertad, la vida me paso por encima como si de una apisonadora se tratara.

De ser prácticamente una niña modelo en mi comportamiento, empecé a sentirme suelta, a desenvolverme como pez en el agua en el ámbito universitario.

Grupos de amigos para todo, para conciertos, para quedadas reivindicativas, para…

Era lo mismo, tras cada reunión, siempre éramos lo mismos, un grupo de chicos y chicas que nos sentíamos muy a gusto y ente nosotros se produjo un nivel de afectividad total.

Así fue como, sin dejar de atender perfectamente mis estudios, e ir sacando mi carrera adelante, había viernes que salía de casa para acudir a la universidad y no volvía hasta el lunes por la noche.

Hasta esto lo hice de una manera progresiva, anunciando en casa cuando no iría a dormir un día, después comenzamos a viajar a comunicarnos con otros grupos de conocidos, a veces de otras ciudades, con lo que utilizábamos los fines de semana, para este tipo de convivencias y dado que mi nivel académico, en ningún momento decayó, en casa a pesar de hacer con mi vida lo que venía en gana, nunca se preocuparon en demasía.

Es cierto que mi madre a veces me hacía algún reproche.


—Magda hija, vas muy deprisa por la vida.

—Siempre estás igual mamá, la vida ahora es muy diferente a como era cuando tú eras joven.

—Hija, hay cosas que no cambian, ya sé que tú has elegido vivirla a tu manera, pero…

—¿He traído algún problema a casa en algún momento mamá?, ¿he hecho dejación de mis estudios?

—No es eso hija, pero ya sabes, además a tu padre.

—Ya lo has sacado a colación, ya lo has puesto de parapeto, papá nunca me ha dicho nada, nunca me ha reprochado nada, además sabes que está muy orgulloso de mí, no te escudes en él, como haces siempre.

—Él y yo hablamos y a veces…

—A veces ¿qué, mamá?, te termina dando la razón para que lo dejes en paz, siempre lo quieres controlar todo y que todo el mundo viva la vida, tal y como a ti te gustaría. Ya no soy una niña, ahora soy yo quien controlo mi vida y actúo, como creo que debo hacerlo. Es mi vida y no la tuya mamá.

—A tu edad, yo ya te tenia a ti, y mira a ti, no te conocemos ningún chico que haya sido tú novio,

—Sí mamá y te lo agradezco, te doy las gracias, por haberme traído al mundo, pero reconoce que entonces se veían las cosas de otra manera y tal vez…

—¿Y tal vez?

—Quizá entonces fuiste tú la que corrió mucho, ¿no?


Sí cuando me acorralaba con esas cosas que no alcanzaba a entender, lo mejor era un ataque directo, sé que aún después de dos décadas se siente culpable de haberse casado de penalti, como se decía entonces y para mi, era la manera perfecta de acabar con la conversación y salir airosa y con la cabeza bien levantada.

De este modo es como terminé mi carrera, comencé a trabajar y me labré un porvenir en poco tiempo, mis ideas eran frescas, bien valoradas y con ello mi fama de mujer fría, calculadora y empoderada se empezó a hacer camino.

De mis amigos de los tiempos universitarios, guardo un grato recuerdo y con muchos de ellos aún mantengo algún contacto, aunque muy pocos de aquellos, son los que hoy actualmente, forman mi entorno más próximo.

Creo que soy la única que no ha encontrado su media naranja, en el grupo hay una pareja gay, otra de lesbianas y media docena de parejas hetero, a veces quedamos a cenar, o vamos a algún concierto, recordando aquellos viejos tiempos.

Así fue como surgió esta conversación, después de acudir a uno de ellos, uno exclusivo y muy peculiar, en la que una vieja banda se reunía veinte años después, para conmemorar sus grandes éxitos.


—Magda, ¿sigues sin pareja?, —me pregunto Alex, uno de los gais.

—Ya ves, no he tenido la suerte que vosotros, me centré en mi trabajo y…

—Pero ¿todo se puede compatibilizar no?


A partir de este momento, su objetivo, fue encontrarme pareja, creo que abrieron una especie de “casting”, entre amigos, compañeros de trabajos, familiares y conocidos.

Para todos ellos era una especie de mujer inalcanzable, se asustaban de mi fuerte personalidad, de mi estatus, a pesar de no ser una mujer, que se deje arrastrar por la moda, visto de una manera muy normal, a veces y sobre todo por falta de tiempo, compro mi ropa en cualquier tienda que me pilla de paso e incluso por internet, sin dedicar ni mucho dinero, ni mucho tiempo a ello, pero…

Sí, asusto a los hombres, no tengo muy claro porqué, supongo que tiene que ver más con mi forma de ser y comportarme que, con mi belleza o inteligencia, que son de los más estándar y normal.

Un día de la forma más anodina, llegó a mi vida Raúl, un hombre de mi edad, lo conocí en el trabajo, era un tanto taimado, pero rascando un poco, descubrí que tenía una gran valía y así fuimos intensificando nuestra relación, hasta que un día tras una cena con unos clientes y unas copas posteriores…

Era la dicha plena, tras unos pocos meses empezamos a hablar de boda, nos conocimos las familias, todo empezaba a tener sentido y yo era la mujer más feliz el mundo.

Fue justo en los preparativos de la ceremonia nupcial; yo estaba con los nervios a flor de piel, cuando, por primera vez vi una cara de Raúl que me sorprendió.

Estábamos en el restaurante dónde pretendíamos celebrar el banquete de bodas y ante un incidente tan simple, cómo un cambio de salón, por otro, surgió un auténtico desconocido, un déspota que, al menos me dejó muy sorprendida.


—¡Que pasa!, me han sacado de mis casillas, no lo he podido evitar, en estos casos no me puedo controlar, soy así. —me dijo a modo de excusa, cuando abandonábamos el local y me pilló observándolo con cara de incredulidad.


Llegó el día del enlace, y la noche de bodas, en lugar de encontrarme al hombre cariñoso, educado y respetuoso, me encontré a un violador nato, no me gustó para nada este cambio de actitud.

Esa noche, apenas pude conciliar el sueño, trataba de encontrar una justificación a su actitud,

Quizás, los nervios, tal vez ha bebido más de la cuenta, a lo mejor…


Mis primeros temores, esos indicios que me inquietaron, según pasaban los días, iban envolviéndome en la época más oscura de mi vida.

Con el paso del tiempo, soy consciente que, para un hombre con la personalidad de Raúl, el contrato nupcial, era equivalente a un contrato de propiedad en su máxima extensión y así fue exactamente como cambiaron las cosas.

-No me gusta ese peinado

-Ese vestido es de puta.

-No quiero que hables con este.

-¿Qué haces tomando café con fulanito?

-Una mujer casada ¡no debe comportarse así!

Lo peor de todo es que yo no fui capaz de reaccionar, no supe detenerle y él, aprovecho esto, para coaccionarme, para anularme como persona y sobre todo como mujer.

Solo un par de meses después, me sorprendí llorando a los pies de la cama, con el armario abierto de par en par y sin saber que ponerme para complacerlo y que no me montara el pollo.

Ese día le eché arrojo, me vestí como me apetecía y ese día al llegar al trabajo y encontrarme con él, que entraba una hora ante que yo, su mirada me lo dijo todo.

Esa noche, al llegar a casa, quiso enseñarme la lección más dura de mi vida, y precisamente no fue la dialéctica su punto fuerte.

Me tuve que coger unos días de baja para justificar de alguna manera, los moratones que tenía en el rosto y en las muñecas, esos días no me atreví a salir de casa.

Tuve mucho tiempo para meditar, horas en las que ser yo misma, pensar con libertad y justo la noche antes de volver al trabajo, lo tenía todo decidido.

Tras lo boda, dejé mi apartamento, y me fui a vivir con él a su casa, esa noche lo esperé con las maletas preparadas para confirmarle mi tajante decisión de volverme a mi casa.

A penas me dio tiempo a decirle que me marchaba, cuando vio las maletas…


Solo recuerdo sirenas, luces cegadoras y voces.


Hoy sé que los gritos, los golpes alertaron a la vecina y así llegó la policía y me encontró, como me encontró.

Mi abogado ha visto las fotos y me ha aconsejado que yo no las vieras.

Apenas recuerdo nada de las primeas horas en el hospital, tras pasar por el quirógrafo fueron semanas para recuperarme, para que mis huesos y las heridas externas volvieran a cicatrizar, pero mi corazón quedó marcado para siempre.

Al volver al trabajo me enteré como allí también me estaba haciendo la cama, y en un mundo de hombres, trataba de apoderarse de mis ideas y mi esfuerzo realizado durante años.

Hoy en día las cosas están dónde deben estar y de donde nunca debieron haberse movido, he recibido algunas excusas, por parte de aquellos que confabularon con él y trataron de minimizarme como mujer trabajadora.

A él, la última vez que le vi fue en el juicio, me ofrecieron declarar tras una mampara, pero yo prefería mirarle a los ojos, desafiarle con la mirada y mostrar quien ganó al final la batalla.


En lo personal llevo meses conociendo a alguien, lo hago con muchos miedos, con los pies de plomo, pero, sobre todo, muy ilusionada.

Carlos es un hombre de gran templanza, tranquilo y en este sentido no siento ningún tipo de presión, más bien al contrario, me siento comprendida y arropada.

Miro al futuro con mucha esperanza, pienso que otro vida es posible, que por esta nefasta experiencia no me debo amilanar y renunciar al amor, a encontrar esa persona con la que juntos, miremos con esperanza, a un futuro, que esté lleno de ilusión y ¿por qué no?, de amor.

Featured Posts
Recent Posts
Search By Tags
Follow Us
  • Facebook Classic
  • Twitter Classic
  • Google Classic
bottom of page