top of page

Guadalupe

Capítulo XXVIII

Guadalupe

Durante toda mi vida aquellos que me conocéis, me habéis escuchado decir, de manera clara y contunda, que me he sentido una mujer privilegiada, que la vida conmigo había sido generosa y que, a pesar de que como nos ocurre a todos he pasado algunos momentos difíciles, en general, puedo presumí de hasta el momento que os voy a narrar, he sido una mujer, podríamos decir que feliz.

Me he casado dos veces, de mi primer matrimonio, tengo una hija, María del Carmen, ya con vida propia e independiente, en ambos casos y por distintos motivos, la ruptura con ambos ha sido algo civilizado y se ha sobrellevado, de la mejor manera posible, de tal manera que ahora en los momentos más bajos de mi existencia, los tengo a ambos apoyándome y arropándome.

Fermín, es mi primer marido y padre de mi hija, felizmente casado con Luz y con un tipo de vida estable en todos los sentidos. El y Luz, no tienen hijos, ella por su cuenta tampoco, eso hace que nuestra hija Maica, como la conocemos todos, sea el eje fundamental en sus vidas y sobre todo en la mía,

Fidel, mi segundo marido es cosa aparte, en su caso son varios hijos con diferentes mujeres, tal vez por esto, a mi no me apetecía tener hijos con él, y al mismo tiempo el tampoco tenia esta necesidad primaria de tener descendencia, ya que las tenía más que cubierta.

Fermín es un hombre conservador, amante de los suyos y por tanto muy protector y algo posesivo, con los años pasados después de nuestra separación, sigue preocupándose de mí y no me faltará nunca de nada. Si hubiéramos seguido juntos, tal vez habiendo hipotecado algo de mi libertad, en mi vida no hubiera carecido nada, ya que el amor para nada faltaba.

Por lo contrario, Fidel, es el polo opuesto, muy generoso, con un corazón para dar amor a todo y a todos, pero despegado al mismo tiempo y algo despreocupado, en aquellas pequeñas cosas, que a las mujeres muchas veces, nos parecen de una vital importancia y que, sin embargo, para las personas de esta condición, son tan insignificantes. Ambos son para mí, las dos caras de la misma moneda.

Fidel actualmente es un picaflor, bueno realmente lo ha sido siempre, jamás lo ha ocultado y eso para mí, era muy complicado de gestionar.

Sí, el es partidario del amor libre, vivió el movimiento hippy tardío, es un hombre comprometió con el mismo y su entorno, pero a pesar de estar ya bien metido en los cincuentas, es un hombre que gusta y lo que era más duro para mí, le gusta gustar.

Hace ya cinco años de nuestra ruptura y a pesar de ello, sigue formando parte de mi vida, de mi familia y de las celebraciones familiares, ya que todos, al fin y al cabo formamos una gran familia.

La verdad y tal y como he iniciado el relato, me siento una mujer muy afortunada, pero en mi debe, hay algo que me empuja a no tomar las decisiones más adecuadas y es que tengo pánico a la soledad, para mí, eso de cerrar la puerta de mi casa por la noche y estar sola ente cuatro paredes, es algo que me da auténtico pavor y eso me lleva a estar constantemente en esa búsqueda de mi media naranja.

Sí, soy muy consciente de que el amor jamás se busca, es algo que aparece cuando menos lo esperas, pero a veces nos hacemos trampa jugando al solitario y creemos que, cogiendo ciertos atajos, vamos a sacar un rédito absurdo, porque en la vida, nada hay más perjudicial que la falta de sinceridad con nosotros mismos, es una forma, de andar a ciegas por la vida y de esta manera…

Una tarde, mientras esperaba a mi amiga Luisa, en esa cafetería en la esquina neurálgica de mi pequeña ciudad, le vi pasar, me llamó la atención, no, no era un físico espectacular, su forma de vestir, analizando sus prendas una por una, tampoco era nada llamativo, simples prendas que se podían adquirir en cualquier almacén “low cost” de moda, pero el conjunto, añadido a su forma de moverse, de crear una atmósfera especial a su alrededor, me lo presentó por unos momentos, como un ser muy especial.

Tan absorta debía estar en la contemplación de este hombre, que mi amiga llegó hasta la mesa y me tuvo que saludar hasta dos veces, antes de zarandearme para que saliera de mi abstracción.


—Pero Upe, ¿qué te pasa?, por un momento me has hecho sentirme un tanto estúpida, te he saludado dos veces y tú, ni caso.

—Perdona Luisi, me has pillado fuera de juego.

—Y tanto cari, ¿un café por tus pensamientos?

—Ya sabes, el café lo pagarás tú hoy sí, o sí.


Luisi y yo somos amigas desde niñas, en mi memoria no hay un solo recuerdo, en el que no esté ella, y si hay alguien que, lo sabe todo sobre mí y que me conoce mejor que mi propia madre, es ella.


—Nunca te había visto tan distraída, ¿algún problema?

—No, nada en especial, no sé, creo que simplemente no estaba aquí.

—Cruzando la calle, me he encontrado con un hombre, que no debe de ser de aquí, pero que…

En ese momento, volví a mirar por el amplio ventanal, sí, era una persona llamativa, que no te dejaba indiferente a nadie, y en mi interior, algo se removió.

La merienda transcurrió como siempre, ente risas y chascarrillos, entre cotilleos e intimidades, propias y ajenas. Luisi y yo, éramos intimas, ente nosotras no había secreto alguno, y era bien conocedora del mucho daño que hacía en mí, esa soledad no deseada.

Al final de nuestra reunión, una inoportuna llamada a mi amiga, hizo que se despidiera de mi de una manera abrupta.


—¡Te llamo luego!, gritaba mientras desaparecía, ateniendo esa llamada.


Esta actitud ea algo normal en ella, trabaja como secretaría en un bufete de abogados, a veces sus jornadas de trabaja, se alargan hasta altas horas de la noche y, sobre todo, el teléfono, es un elemento que ni aún en el relax nocturno de su hogar, era algo prescindible, dándose la ocasión de recibir alguna que otra llamada de urgencia a altas horas de la madrugada.

En esos pensamientos estaba, debía tener esa media sonrisa que me deja en la cara, esa cara de idiota, con la boca media abierta, cuando nuevamente a mi espalda una voz, me reclamaba.


—Señorita, señorita.

—Sí dígame. —respondí girando la cabeza.


Era él, con mi pañuelo de cuello al parecer caído en el suelo en su mano.


—Creo que esto es suyo, se le ha debió caer.


Era él, con su sonrisa agradable, sus modales suaves, su…

Creo que me enamoré de él en ese mismo momento, creo que para mi en ese instante todo a nuestro alrededor desapareció, fue un auténtico flechazo.

A partir de ese momento, mi mundo se vino abajo, en un principio creí estar viviendo en el paraíso, hice dejación con familiares y amigos, poco a poco, casi me fui aislando, y los que es peor de todo, me puse totalmente en manos de este depredador llamado Darío.

Sí, depredador, encantador de serpientes, embaucador, piquito de oro, falso galán, caballero de pacotilla.

Era dos caras de la misma moneda continuamente, en público, el hombre perfecto, ese que te hace sentirte cómoda, especial y nada más cerrar la puerta de casa…

Al principio, durante unas semanas no nos separamos salvo lo exclusivamente imprescindible, luego, el empezó a tomarse sus espacios, digo tomarse sus espacios, porque me dejaba en casa, saliendo con cualquier excusa y me tenia horas esperando su vuelta.

Era el clásico de bajo a por tabaco y tardar cinco horas en volver.


—Upe, no te lo tomes a mal, ya sabes, no controlo el tiempo y cuando me quiero dar cuenta han pasado horas.


Por un tiempo me lo creí, le ocurría cuando estaba también conmigo, pero era solo el comienzo.

Un día de esos, salió cuando yo estaba preparando la cena, al volver horas después obviamente esta fría.


—¡Esto no hay quien se lo coma!, ¡está frio!

—Espera, —dije mientas trataba de retirarlo el plato para tratar de calentarlo.

—Eso antes, ahora ya no tengo hambre.


En sí, no me fije mucho en sus palabas, fueron las circunstancias y esto, de alguna manera ya me previno, ya me hizo estar en alerta.

No hubo de pasar mucho tiempo, cuando otra de esas noches, cansada de esperarle, preparé la cena y cené yo sola.

Esa noche siguió otra estrategia diferente, busco simplemente hacerme sentir mal.


—¡No has podido espera!, ¿tanto hambre tenías?

—Yo, yo, no sabía si vendrías.

—¿Acaso no he vuelto algún día?

—Quería decir, que…

—Así, ni somos pareja ni nada, si cada uno hace las cosas por su cuenta, ¿A dónde vamos?

—Aquí, el único que va a su aire, eres tú.


No me contestó, pero su mirada, me lo dijo todo, durante algunas noches, me desperté obsesionada con ella, esos ojos echando fuego, era la misma imagen de la ira.

Sí, creo que no volvimos a mantener relaciones sexuales, yo no estaba receptiva, lo reconozco, pero él tampoco lo buscaba y así llegamos a la noche que desembocó, en lo que nos ocupa.


Supongo que ese día actué como lo hice, tras haber estado conversado con mi amiga Luisi, creo que, aunque sí que habíamos cruzado mensajes continuamente, desde aquella tarde en la cafetería, no nos habíamos vuelto a ver, tampoco habíamos hablado por teléfono y escuchar su voz, recordarme que, fuera tenia a mucha gente a mi lado, de alguna manera me envalentonó.

Cuando llegó la hora de cenar, esperé un tiempo prudencial y preparé mi cena, cené y me puse tranquilamente a ver la tele.

Llegó poca antes de irme a la cama y exigiendo su cena,


—No he preparado nada, estoy harte de hacer cena y tirarla, porque al señor…


Entonces me miró de esa manera, tal y como lo hizo aquella noche, y me dejó paralizada, era una especie de hipnosis, que no me permitió mover un musculo, simplemente levantarme del sitio dónde estaba sentada y quedarme parada, de pie, delante de él.

Recuerdo gritos, gestos agresivos, llegué a sentir su aliento en mi cara y de pronto la nada, la oscuridad, el vacío.

Me desperté en una fría sala de hospital, dolorida, con una respiración complicada, apenas podía ver, sentía los ojos hinchados, a mi alrededor montones de máquinas, pitidos constantes y una voz que reclamaba la atención de alguien.

“¡se ha despertado, se ha despertado!”


Han pasado meses desde aquello, tres veces he tenido que pasar por quirófano, según la investigación policial, me atacó con una arma blanca, trece, dicen que fuero trece las puñaladas que me dio, afortunadamente me provoco daños importantes, pero no me afecto a ningún órgano principal, a punto estuve de morir desangrada, pasaron horas hasta que me encontraron.

Fue un vecino que, al ver la puerta sin encajar, llamó de manera insistente y, al no recibir respuesta, empujó la puerta y me vio desde fuera tirada en el suelo, en un charco de sangre.

Aun me estoy recuperando, psicológicamente no he avanzado mucho, a mi casa he sido incapaz de volver, la tengo en venta, quiero iniciar mi vida lejos de aquí, pero eso solo me lo podré plantear cuando me recupere mentalmente, de momento me siento un vegetal, incapaz de hacer nada, apenas puedo toma algunas decisiones, de momento solo sé, lo que no quiero y que mi vida a partir de aquí, será muy diferente a lo que ha sido hasta ese fatídico día.

Vivo con mi hija, tanto Fermín, el padre de mi hija, como Luz su mujer han sido mi sombra todo este tiempo.

Fidel mi segundo marido es más práctico, él se ha preocupado de todos los papeleos y gestiones, dese hace algunas semanas se ha empeñado en que salgamos de casa, que hagamos cosas, que vayamos al cine, al teatro o simplemente, a dar un largo paseo.

De momento solo he salido a una cafetería cercana a tomar un café con Luisi y para mí ha supuesto un esfuerzo ímprobo.

Hay días que pienso, que mejor hubiera sido para todos, que aquella hubiera sido mi final, otras sin embargo, me levanto de otra manera y creo que aún quedan muchas cosas por hacer, pero me está resultando difícil, muy largo y complicado y sin tener muy claro, si esto merece la pena o no.


Featured Posts
Recent Posts
Search By Tags
Follow Us
  • Facebook Classic
  • Twitter Classic
  • Google Classic
bottom of page