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Candelaria

Capitulo XXX

Candelaria




Sí, soy chicharrera y muy orgullosa de serlo, vengo de una familia de guanches y eso lejos de amilanarme, me hace sentirme muy orgullosa de ser quien soy,

Si, mis rasgos son los que son, con el transcurso de los siglos, lejos de haberse suavizado con la mezcla de razas, se ha conservado, mi color de piel, mi forma de hablar de ser, y sobre todo, mi forma de pensar, estando muy influenciada por las creencias de los antiguos guanches antes de la cristianización.

En estas circunstancias y formando parte de la familia que tengo, además de ser la única chica de una familia de cinco hermanos, no me podía llamar de otra manera.

Mi nombre es Candelaria, por creencias, por cultura y por el mero convencimiento, que nuestro nombre de pila es algo que nos imprime carácter y tiene mucho que ver, con nuestra forma de actuar a lo largo de nuestra vida, e incluso del destino que esta nos depara.

Desde niña en casa se repetía una y otra vez la aparición de nuestra virgen en la desembocadura del barranco de Chimisay, en el municipio tinerfeño de Güímar, por dos pastores.

Mi padre siempre que nos narraba la aparición de nuestra virgen allá, por finales del XIV, solía añadir que según la tradición oral de nuestra familia éramos descendientes de uno de los pastores que la encontraron, pero a esta altura de mi vida y conociendo, como conozco a mi progenitor, creo que era más fantasía de él. que realidad, pero aún así, yo hoy en día y siendo fiel a la tradición familiar, yo también hago este comentario a mis propios hijos cuando les hablo de “La Morenita”, tal y como llamamos aquí a nuestra patrona.

De este modo, al nacer, no hubo discusión, y me llamaron tal y como debía de ser, Candelaria.

En tema de amores, hasta los cuarenta años, poco he tenido que contar, he amado, me han amado, me he casado una vez, he tenido dos hijos varones y hace cinco años, tras una larga enfermedad mi marido, nos dejó.

Personalmente estos últimos años han sido lo más complicados para mí, desde que detectaron la enfermedad de mi marido, ha sido un no para, médicos y más médicos, tratamiento, hospitales, una fallida operación, y el final, un final traumático y muy doloroso, que solo era el comienzo de lo quedaba por venir.

Sí, recuperarme de aquello me costó cuatro años, hasta que Agoney nos dejó, luchó como un jabato contra la enfermedad, pero poco a poco se fue debilitando, al final solo era la sombra de lo que fue y un día esplendoroso de primavera, no abandonó.

Aprender a vivir sin él, tanto para mí, como para mis hijos Agoney y Yeray, ha sido y muy complicado,

Sí, hemos tenido el apoyo de todo el entorno familia, tanto de mi familia como de la de mi marido, pero cerrar las puerta de la casa en la noches y sentir su ausencia, era como sentir en aquel entonces, mi vida vacía, la casa sin él, se percibía grande, fría, en solo unas horas, había pedido esa calidez de hogar.

Poco tiempo después me que sola, la vida a veces no nos pone la cosas fáciles, así lo hizo conmigo, y aquel otoño, Agoney se marchó a vivir por motivos profesionales a la península y Yeray se marchó a Las Palmas a estudiar en la universidad.

Mi vida entonces perdió todo sentido, estaba más sola que nunca, y fueron meses en que andaba muy perdida y sin ninguna gana de seguir en la lucha.


—Candelaria mi amor, tienes que aferrarte a algo, tienes que buscarte una nueva ilusión en lo que sea o quien sea, para continuar adelante, —me repetía de manera machacona mi amiga Idaira.


Mi madre no me abandonó en ningún momento, vivimos cerca una de la otra y en estos meses pasaba mas tiempo en mi casa que en la suya, pero esto lejos de consolarme, me hacía sentirme mucha más triste e infeliz.


—Cariño, hay que mirar al futuro con fortaleza, sé que debe ser muy difícil para ti, yo misma me pregunto cómo estaría yo en tu caso, pero tienes dos hijos y por ellos…


El quince de agosto, a trancas y barrancas y por no romper la tradición familia, fue a la celebración de nuestra patrona, apenas me arreglé, no estaba de ánimos y fue en ese momento en que entre canciones y canciones se nos recordaba la tradición que cuenta la aparición de nuestra virgen, de como un siglo antes de la conquista de Tenerife, “La Morenita “ se apareció a los dos pastores, tal y como lo narrara Fray Alonso de Espinosa en 1594.

Según la leyenda relatada por Fray Alonso de Espinosa, iban dos pastores guanches a encerrar su ganado, (uno de ellos según mi padre, del que somos descendientes) a las cuevas, cuando notaron que el ganado se remolinaba y no quería entrar. Buscando la causa miraron hacia la desembocadura del Barranco de Chimisay y vieron sobre una peña, casi a la orilla del mar, la figura de una mujer que creyeron animada.


Fue en ese momento de la narración, cuando volví la cabeza, allí estaba él, parecía mirarme y me sonrió, volví a prestar atención a la narración, que proseguía de la siguiente manera.


Como estaba prohibido a los hombres, hablar o acercarse a las mujeres en despoblado, le hicieron señas para que se retirase a fin de que pasase el ganado. Pero al querer ejecutar la acción, el brazo se le quedó yerto y sin movimiento. El otro pastor quiso herirla con su cuchillo. Pero en lugar de herirla, quedó herido el mismo. Asustados, huyeron los dos pastores a Chinguaro, la cueva-palacio del mencey Acaymo, para referirle lo acontecido. El mencey acudió con sus consejeros. Ella no respondía, pero nadie se atrevía a tocarla.


Volví a girar la cabeza, allí continuaba el sin quítarme ojo de encima y su sonrisa era continua, llegando en este caso a guiñarme un ojo.


Mientras en el escenario seguía la historia de la aparición de nuestra virgen,

El mencey decidió, que fuesen los mismos dos pastores ya heridos quienes la recogieran para llevarla al palacio. Ellos, al contacto con la imagen, quedaron sanados. El mencey comprendió que aquella mujer con un niño en brazos era cosa sobrenatural. El mismo rey entonces quiso llevarla en sus brazos, pero después de un trecho, por el peso, necesitó pedir socorro. Es así como, en el lugar de la aparición, hay hoy en día una cruz y en el lugar donde el mencey pidió socorro, un santuario dedicado a Ntra. Señora del Socorro.

La llevaron a una cueva cerca del palacio del rey, hoy convertida en capilla.


En este momento sentí una presencia cerca de mí, alguien que haciéndose hueco entre la concurrencia se aproximó, hasta situarse a mi lado, miré de reojo, sin atreverme a mover la cabeza en este momento y vi que era él, allí a mi derecha, junto a mí.


Para entonces el narrador nos contaba la historia del joven Antón Guanche, que había sido tomado como esclavo por los castellanos y habiendo logrado escapar y regresar a su isla, reconoció en la imagen milagrosa, a la Virgen María. Él, habiendo sido bautizado le relató al mencey y a su corte la fe cristiana que él sostenía. Así llegaron a conocer a la Virgen María como "La Madre del sustentador del cielo y tierra" (Guanche: Axmayex Guayaxerax Achoron Achaman o Chaxiraxi) y la trasladaron a la Cueva de Achbinico (detrás de la actual Basílica de Candelaria) para su veneración pública.


Fue al final de la narración, cuando me atreví a mirar al señor, que se había posicionado a mi lado.


—Hola, soy Rayco, desde que te he visto no he podido dejar de mirarte, espero no te moleste y si me permites…

—¿Permitir qué?

—Invitarla a un café, a un refresco, o lo que desees.

—Por supuesto, un refresco no viene mal y mucho mejor compartido.


Me despedí de mi amiga Idaira, con la que estaba y me alejé con él, camino de una cafetería,

El refresco se alargo y comimos juntos, después vino la tarde, y solo a la caída de esta y ante el temor de que me hiciera alguna propuesta más atrevida me despedí de él, pero antes intercambiamos nuestros números de teléfono.


Durante dos semanas no nos volvimos a ver, pero…


—Corazón hay que vivir, la vida sigue. —me decía mi amiga.

—Hija, ya sabes lo que pienso, el amor es para toda la vida, y en tu lugar…, —me repetía de manera obsesiva mi madre.

—Mamá, papá no va a regresar, el seguramente hubiera querido que a tu lado estuviera una persona que te cuidara y te hiciera compañía, —alegaban mis hijos.


Todos eran consecuentes, reflejaban en sus consejos su manera de pensar, pero yo…, ¿que debía hacer?

Para mí era una traición en toda regla a Agoney, el lo había sido todo en mi vida, era el padre de mis hijos, y pensar solo en permitir a otro hombre entrar en mi vida, me costaba mucho trabajo asumir.

Pero, el corazón hace lo que quiere y después de esas dos semanas de intensos contactos telefónico sucumbí, y al llega el fin de semana acepte una cena con él, al salir de tomar una copa Rayco me intento besar, yo no estaba preparada y algo en mi cabeza se cortocircuitó, a la vez que él se dio cuenta de cómo me había afectado.



—Perdona, tal vez voy muy deprisa para ti.

—Sí, no es fácil para mí, necesito tiempo.


Pero al fin de semana siguiente, sucumbí y tras un beso vino otro, y una cosa llevo a la otra y terminamos en la habitación de un hotel.

Al día siguiente, no me lo podía creer, era una mujer nueva, renacida de sus miserias, con ganas de vivir y, sobre todo de comerme el mundo, pero poco duró la ilusión.

Todo iba bien, salvo que nunca acepté que Rayco se quedará a dormir en casa, jamás hubiera aceptado hacer vida marital en la casa de mi marido con otro hombre y de esta manera, a primeros de noviembre me quedé en su casa a vivir el primer fin de semana y así fue hasta Navidad, que fue el momento, en que algo empezó a no encajar.

En mi familia, ya lo conocía todo el mundo, sin embargo, tal y como él me había contado salvo una media hermana que vivía en la península y una tía solterona en La Gomera, no tenía más familia.

Yo pretendía que pasáramos las fiestas en familia, ante la ausencia de la suya, le propuse pasarla con la mía y fue aquí cuando conocí otra cara muy distinta de la persona de la que me había enamorado.

Pocos día después, me lo encontré muy taciturno y preocupado.


—¿Qué te ocurre, cariño?

—Ando preocupado, el mes pasado me pusieron una multa de tráfico y este mes lo tengo complicado para pagar el alquiler.

—No te preocupes por eso, a mí el dinero no me sobra, pero en eso te puede echar una mano, para algo somos pareja.


A partir de ese mes, siempre ocurría algo por lo que le tenía que echar una mano económicamente, hasta el punto, que a veces tenia miedo de ir a pasar el fin de semana con él, pues era una especie de atraco, algo con lo que ya prácticamente contaba y que para mí suponía un estrangulamiento económico importante.

Pero fue para el día de los enamorados, la víspera de nuestra primeros seis meses junto, cuando en un centro comercial al que habíamos ido a comprar su regalo y cenar, cuando realmente supe cómo era la persona con la que estaba.

En la mesa de al lado, había tres hombres, todos ellos algo más jóvenes que nosotros, pero no dejaban de mirarme, entonces se levantó y montó el numerito, dejó unas monedas encima de la mesa y agarrándome del brazo hasta el punto de hacerme daño, me sacó de allí y me llevó a casa. En el camino intenté hablar con él, intenté que entrara en razón, pero conseguía todo lo contrario, hasta el punto de que esa noche llegué a pasar miedo.

A la mañana siguiente, todo era como si no hubiera pasado nada, pero poco después, un día antes de salir de casa, me obligó a cambiarme de ropa.


—¡Esa forma de vestir no es adecuada para una mujer como tú?

—¿Qué pasa con mi ropa, es algo absolutamente normal?

—¿Te parece normal, ese escote?, ¿y esa falda tan corta?


Comenzó a tratar de controlarme el teléfono, con quien hablaba y con quien no debía hacerlo, trató de apartarme de mi amiga Idaira, pero a estas imposiciones, comenzó con su reinado del terror, con las amenazas con la voces y yo me desinflé y abrí los ojos.

Por unos momentos pensé en ceder en nombre del amor, pero, ¿merecía la pena, vivir un amor, siendo una persona diferente a la que yo era?


Le hice frente, le imploré que me dejara en paz, que siguiera su vida y se olvidara de mí.

Entonces, vino el acoso, el WhatsApp no dejaba de sonar, creo que las llamas superaron al centenar, nunca mas le respondí, hasta…


Dos semanas después, cuando llevaba ya varios días sin tener noticias de él, llamaron a la puerta, yo empezaba a recomponer mi vida a seguir en mi soledad, cuando al abrir confiada la puerta, me lo encontré de bruces, no supe reaccionar, solo dar unos pasos hacia atrás, al fracasar en mi intento de cerrar la puerta y dejarlo fuera.


—¡No me esperabas! ¿verdad, puta?


Sus ojos me lo decían todo, ¡eran tan nítidos!

Vi como un puño cerrado se aproximaba a mi cara, solo pude soltar un grito, un fuerte alarido que alertó a los vecinos y, aunque no tardó en llegar la policia, ya me hallaron en el suelo, con la cara destrozada por el puñetazo y las patadas que según los expertos me dio, una de estas patadas, me reventó el bazo y a punto estuve de no contarlo.


Hace ya meses de aquello y hoy nuevamente la festividad de “la Morenita”, a sus pies, y de manera fervorosa rezo para mis adentros su oración:


Virgen de Candelaria, madre de Dios y madre nuestra, Patrona de Canarias.

Con toda la devoción y confianza, que un hijo pone en su madre, quiero ofrecerte, hoy, mi persona, mis cosas y mi vida entera.

Acéptalas, madre mía.

Te pido protección para aquellos hijos tuyos, que, por circunstancias de la vida, se encuentran fuera de sus hogares, y desde lejos te invocan con sincero corazón.

Dulce Virgen de Candelaria, consuelo de los afligidos y Reina de los hogares cristianos: derrama tu gracia sobre nosotros y sobre nuestras familias y haz, que, sin olvidarnos de Ti, tengamos siempre, salud y paz. AMEN.


Tengo gran fé en ella y estoy segura de que, a partir de este momento ella me protegerá, no estoy cerrada al amor ni mucho menos, pero ciertamente en caso de que este de nuevo llame a mi puerta, sabré enfrentarme a él con todas las garantías necesarias, para llevarlo a buen puerto.

Sé que no todos los hombres no son iguales, pero lo que no se puede, es estar ciega y aceptarlo todo, sin preguntar ni cuestionarte algunas cosas.

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