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Iván, el monstruo
- Adolfo Pascual Mendoza
- 7 may 2017
- 5 Min. de lectura
Iván, el monstruo

La vida, no suele ser fácil, cuando menos no lo esperamos, por un motivo o por otro, nos suele poner a prueba, pero en el caso de Iván, la vida no le ha dado ni un ligero respiro antes de cegarse con él.
El pequeño Iván, tiene ocho años, en su haber un largo historial médico, repetidos ingresos en el hospital, tras crisis agudas de su enfermedad especial y rara.
Desde hace años que ya tiene diagnosticada una de esas enfermedades raras, ese fue ya de por si una prueba, hasta que un médico tubo tino en el diagnóstico, luego vendría, su calvario.
Esta enfermedad, era ya de por si una dura prueba, pero lo peor, no era la enfermedad en sí, sino la incomprensión, el desinterés y la desidia de parte del entorno social del niño, en especial en los colegios, por los que ha ido haciendo recorrido.
Una de las muestras más claras de esta enfermedad, en que cuando Iván sufre una crisis, normalmente viene acompañada de ataques de epilepsias; en estos episodios Iván, es un niño violento, con él y con cualquiera, no controla su cuerpo, y mientras se revuelve en el suelo, puede dar puñetazos, patadas, o golpearse violentamente la cabeza contra suelo o paredes.
Es cierto que los padres de hoy en día son muy protectores, nos hemos vuelto inhumanos y egoístas.
Siendo yo niño, había un compañero que le daban ataques de este tipo, sin más Don Gervasio, a base de repetirlo, ya nos tenía bien aleccionados, Antonio, “el gordo”, como lo llamábamos, se solía tirar encima de él, yo me encarga de sujetarle las piernas y otro compañero los brazos, el profe se encargaba de controlarle la cabeza, y evitar que se ahogara con la lengua.
Así actuábamos hace cincuenta años, era un compañero, estaba enfermo y cuando estos ataques se producían, todos nos volcábamos para que fuera lo menos traumático posible, para el resto de los compañeros y para él mismo.
En la época en que la infancia es lo más protegido, Iván es un niño, desprotegido, cuando en el centro de enseñanza le ocurre algo así.
En una de las ocasiones, tras los autogolpes que se había ocasionado Iván, se lio a patadas y puñetazos con todo lo que tenía a mano, estaba fuera de sí, descontrolado y lamentablemente allí, no había un don Gervasio, que controlara aquello.
Tras el incidente, le pusieron el cartel de niño agresivo, asocial y peligroso, un apestado en definitiva.
Así lo trasladaron al director, y entre los papás de estos niños, fue creciendo la bola de que un niño, pegaba al resto y desde la dirección se estaban tomando medidas para evitarlo.
Sí, todos sabemos que la vida, es del color del cristal tras el que se mira, pero Iván, no era ningún matón, no era un niño violento mientras no tenía un episodio de estos, pero doctores tiene la iglesia, mejor dicho, directores tienen los centro escolares y maestros incapaces de gestionar una situación complicada, porque hay que reconocer, que tampoco es fácil, cuando en un aula con treinta niños, tienes un percance de estas características.
Iván, cada vez era más rechazado en el colegio, sus crisis, sus ausencias de clase, sus entradas y salidas del hospital, tampoco le permitían, un seguimiento como podían tener otros niños, que no faltaban al colegio como Iván ante tantas crisis.
El padre de Iván, movió todos los hilos, se desplazó por multitud de despachos, aportando documentos de todo tipo, pidiendo respeto por la enfermedad de su hijo y un protocolo de actuación correcto ante estos episodios.
Esto no hizo más que complicar las cosas, en el centro escolar, se enrocaron ante la posible investigación de la inspección de educación y todos a una, negaron la evidencia, que se trataba de un enfermo, con episodios de epilepsia y que normalmente tras estos ataques, Iván tenía que ser ingresado y tratado en un centro hospitalario. Esto tan elemental que todos podemos entender, en este y otros centros escolares sucesivos era complicado de entender y gestionar con normalidad, pero lo más grave lo sufrió Iván, cuando tras un ataque, el psicólogo del centro, lo llevó de la oreja a su despacho y tras inmovilizarlo contra una ventana, y tratarlo como si de un delincuente se tratara, le llamó monstruo.
─¡”Eres un monstruo y nadie te quiere”!
Cuando los padres de Iván, le metieron en el coche ese día para llevarlo al hospital, Iván entre gritos y sollozos, gritaba.
─Me quiero matar, soy un monstruo, no merezco vivir.
─No digas eso cariño, estás malito, eso es todo.
─No lo digo yo, lo dicen en el cole.
─¿Quién dice eso cariño? ─todos, lo dicen todos, no merezco vivir.
─Iván cariño, estarían enfadados, tú no eres responsable cuando te da un ataque, no es algo que tu decidas, ni puedas controlar.
─¡Pero soy un monstruo y voy a terminar haciendo daño a otros niños!
─Tú no eres un monstruo cariño, que nadie te meta esas ideas en la cabeza.
Entonces entre sollozos Iván contó a sus padres el episodio vivido en el despacho del psicólogo, como sentía el frio cristal de la ventana en la cara, los gritos del “profesional” incapaz de gestionar un episodio de estas características, insultándolo y llamándolo de todo.
Este dramático episodio, los padres de Iván lo gravaron en vídeo, no daban crédito a lo que el pequeño de ocho años les estaba contando, y como hoy en día todos tenemos un teléfono en el bolsillos, así se pudo conseguir el testimonio del pequeño Iván, así supimos de primera mano que Iván se quería matar, quería morir, porque era un monstruo, porque era una persona mala, que la sociedad no quería y merecía morir, antes de hacer alguna brutalidad.
La lucha de los padres de Iván continua, el acosos ya no solo es por el pequeño, sus otros hermanos también sufre presiones, desde la cúpula del centro escolar, hasta los compañeros y parte de los padres de los mismo.
“No queremos a un niño así en el centro”, puede hacer daño a nuestros hijos.
El centro escolar lejos de sentirse insatisfecho con su gestión y su forma de hacer las cosas, contraataca, y lo han hecho de la forma más baja y denigrante que se puede hacer en un caso así.
Han denunciado a los padres de Iván, por faltas continuadas a clase, como si estos se hubieran despreocupado de su niño, como si no vigilaran en todos los sentidos a su pequeño.
La ley tampoco ayuda, ante la denuncia de los padres en todos los sitios públicos, incluidos, medios de comunicación, nadie ha movido un dedo, pero en cuanto a la asistenta social ha llegada la denuncia de que Iván falta asiduamente a clase, aunque estas faltan estén más que justificadas por sus crisis y las continuas estancias en el hospital, la asistenta social entra de oficio y abre un expediente contra sus padres, llegando incluso a amenazar que según ley, les pueden privar de sus hijos, ante su incapacidad de criar de una manera políticamente correcta a los mismos, ¿es esto justo?
Iván es un nombre ficticio, su caso es real y son muchos los medios de comunicación que se han hecho portavoces del este caso. Nadie entiende la actitud del centro, la firmeza de asuntos sociales en un caso y tan lasa en otro.
Es difícil entender que la inspección de educación de comunidad autónoma, no haya tomado parte en el asunto, poniendo claras normas y obligando a establecer protocolos de actuación antes casos así.
Solo cabe esperar de una manera razonable, que esto sea el comienzo para que no vuelva a ocurrir, que Iván y sus hermanos al final encuentren un centro, dónde sean atendidos realmente por profesionales, dónde sepan comprender, que es una enfermedad, que a Iván hay que protegerle, también a sus compañeros, pero que fuera de estos ataque, es un niño más, un niño de ocho años, que quiere estar bien y ser feliz con sus compañeros.
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